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La pandemia sin techo

Una visión integral sobre la problemática de la gente en situación de calle en el marco de la emergencia sanitaria por Covid-19. Solidaridad social, acciones concretas por parte del Estado y de la sociedad civil y testimonios en primera persona. Por Fernanda QüestaUna versión de esta nota fue publicada en la edición de agosto 2020 […]

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Una visión integral sobre la problemática de la gente en situación de calle en el marco de la emergencia sanitaria por Covid-19. Solidaridad social, acciones concretas por parte del Estado y de la sociedad civil y testimonios en primera persona.

Por Fernanda Qüesta
Una versión de esta nota fue publicada en la edición de agosto 2020 de la revista La Luciérnaga.

La pandemia llegó a nuestro país a mediados de marzo y dejó al descubierto las necesidades más urgentes: la emergencia sanitaria afecta la economía de todos los estratos sociales pero, como siempre, quienes más sufren son aquellos sujetos a economías vulnerables, atadas con alambre. Es así que la crisis desatada empujó a la calle a muchas personas y familias que apenas podían garantizarse un techo, a través de trabajos informales o absolutamente precarizados.

La problemática de los sin techo no es una realidad nueva, pero siempre se agudiza en épocas de crisis: la Defensoría del Pueblo registró que en 2018 el total de personas en situación de calle en Córdoba era de 426, mientras que en 2019 se registraron 476.

Actualmente, se estima que la cifra supera ampliamente las 600 personas. En este contexto de descarte y segregación, muchos quedaron fuera de todo lazo social. En palabras de Lucas Torrice, subsecretario de la Dirección de Políticas Sociales en Adicciones: “Hay que entender la masividad del problema. No es algo individual, tiene que ver con un atravesamiento de época, de la desigualdad cultural que nos va marcando históricamente”.

Los motivos que ponen a una persona en situación de calle son diversos e incluyen la falta de oportunidades y la discriminación, la falta de expectativas, problemáticas de salud mental o situaciones vinculadas con contextos familiares de violencia muchas veces ligadas al consumo problemático de sustancias.

Entonces, ¿cómo se gestan estos escenarios? ¿Cómo los padecen sus protagonistas? ¿Cómo llegamos a estar inmersos en esta economía política del sufrimiento social? ¿Qué acciones realiza el Estado y cuáles llevan a cabo los individuos y organizaciones sociales para combatir, e incluso revertir esta problemática?

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Cada persona es una historia

Dario es un joven de 32 años, oriundo de Unquillo. Luego del fallecimiento de su madre, la casa donde vivía quedó judicializada por deudas y lo desalojaron. Se separó de su pareja y de sus dos hijas -una de 8 y otra de 4 años- y vino a Córdoba en búsqueda de mejores condiciones de vida. Pero días después, se decretó la cuarentena y no pudo garantizarse un sustento suficiente como para alquilar una pieza.

Confió a este medio: “Intenté ingresar a un albergue en el barrio General Paz. No me aceptaron: viste que podés tener la enfermedad, se manifiesta 14 días después y contagiás a todos. Así que no me dieron ninguna solución, me dijeron que tenía que esperar”, afirmó.

Durante más de dos meses que se sintieron años, Dario tuvo que vivir en una carpa en el Parque Sarmiento. “La verdad, fueron tiempos muy duros: nunca había tenido una experiencia así en toda mi vida”, describió. “Sentía mucha incertidumbre. Sentía miedo y desesperación. Pasaba por una vidriera y veía mi reflejo… Me veía y no me reconocía” reflexionó Dario.

Lourdes también contó su testimonio: ella vive en Parque Sarmiento junto a su pareja. Contó: “te hace mal psicológicamente, no tenés dónde bañarte, dónde dormir bien, no tenés un lugar para no pasar frío. Porque a veces uno pasa mucho frío, o a veces mucho calor por los nylons”.

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Los que suman y los que no

Gran cantidad de ciudadanos y ciudadanas colaboran mediante acciones concretas: donaciones de mercadería, vestimenta, ayuda económica o trabajos comunitarios; pese a la existencia de un sector minoritario de la sociedad que mira hacia un costado y carece de empatía.

Lourdes explicó: “Hay discriminación de la gente que pasa por acá”. Nos contó que algunos vecinos ubicados frente al Parque hablaron con la policía y están juntando firmas para que se los desaloje. Ella cree que esta iniciativa tiene que ver con una cuestión estética: “El techo lo hicimos como pudimos. Y la verdad es que se ve feo…”, reflexiona.

Y agrega: “Es difícil que lo entiendan, cuando ellos tienen comodidad, cuando no pasan necesidades. Les tocás el timbre, le pedís y te dicen que no. Y cuando revisás los contenedores, por ahí te das con que tiran una banda de comida”.

Torrice dilucidó: “El riesgo principal que enfrentamos en esta situación es que el distanciamiento sanitario se vuelva claramente un distanciamiento humanitario y como sociedad no prioricemos el cuidar al otro, sino el temor al otro, la distancia y los miedos más individualistas”. Por eso, es de vital importancia destacar y fomentar las acciones individuales y colectivas que de manera progresiva son capaces de impulsar profundos cambios.

En ese sentido, Dario narró: “Me senté en una esquina en Nueva Córdoba y me hice conocer por la gente. Y me fue bien, hice amigos, me ayudaron haciéndome el currículum, me lo imprimieron, les conté mi historia, me lo compartieron en todas las redes sociales. Me ayudaron llevándome cosas, mercadería, el celular que tengo ahora me lo dieron. Así pude salir adelante”.

Sin embargo, muchas veces la solidaridad individual no es suficiente. Las circunstancias exigen la necesidad de un Estado presente.

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El rol del Estado

El 20 de marzo, luego de que el Presidente de la Nación decretara la cuarentena obligatoria, la Municipalidad de Córdoba lanzó el Programa de Alojamiento y Contención para Personas en Situación de Calle por Covid-19.

Conversamos con Liliana Montero, Subsecretaria de Planificación y Gestión para una Ciudad Inclusiva de la Municipalidad: “Ese mismo día la pregunta que nos hicimos fue: ¿Qué hacemos con los que no tienen casa? Porque la consigna era: quedate en tu casa.”

Es así que se pusieron en marcha “tres operativos grandes y después distintos microoperativos. Alojamos en total unas 525 personas en situación de calle, en un primer momento en hoteles y en pensiones”, expresó. Esta medida fue hasta que se acondicionaron cuatro centros de Contención Comunitaria que se dispusieron en sendos polideportivos municipales: en el General Paz, otro en el Club Municipal Alta Córdoba, en el General Bustos y en el Corral de Palos.

Montero explicó: “Allí realojamos a los varones mientras que las familias, las parejas, las mujeres y los mayores de 60 años quedaron alojados en hoteles o en pensiones”. El programa implicó la articulación de funcionarios, empleados municipales y referentes de la sociedad civil: 50 profesionales, psicólogos, sociólogos, trabajadores sociales y abogados.

También trabajaron talleristas en 15 espacios habilitados, entre los centros de contención y hoteles, y un equipo de más de 100 voluntarios. Montero contó que no fue un simple programa de alojamiento de personas en situación de vulnerabilidad: “Todos fueron asistidos desde el punto de vista médico. A los niños se les hizo control pediátrico específico y se les completó la vacunación, incluso se escolarizó a un par de ellos que no estaban inscriptos en la escuela”.

Y agregó: “Articulamos con un equipo de Salud Mental y de consumo abusivo de sustancias, lo que arrojó como resultado que se pusiera bajo tratamiento a 120 personas”.

Luciano se alojó en uno de los albergues y nos dejó estas palabras: “Nunca pensé en vivir lo que viví en el Polideportivo General Paz y tener un trabajo como el que tengo hoy. Soy servidor urbano. Gracias a la gente que me ayudó, a mi voluntad y mis ganas de vivir. Hoy colaboro con el Hermano Omar ayudando a los chicos que están en la calle como alguna vez lo estuve yo”.

Montero nos contó que alrededor de 80 personas en situación de calle se sumaron al programa de Servidores Urbanos. Para ingresar, cada uno firmó un acuerdo con la Municipalidad en el cual se comprometió a cumplir 4 horas de trabajo diario, a proveerse un lugar donde vivir, a seguir con todos los tratamientos médicos, por adicciones o de salud mental que tuviesen en curso y no volver a vivir a la calle.

Además, se documentaron 110 personas y eso les permitió acceder a otras ayudas sociales, como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). También se ayudó a ciudadanos a retornar a sus provincias de origen, explicó Montero. Otro eje fundamental del programa consistió en la recomposición de vínculos familiares de alrededor de 60 personas.

Del total alojado, hubo un sector que abandonó los refugios y otro porcentaje que fue expulsado por cuestiones de conducta. Surge el interrogante: ¿hay gente que elige permanecer en la calle? Para Montero, “cada individuo es una subjetividad y generalizar no sería adecuado”.

Detrás de cada persona en situación de calle existe un trasfondo de abandono sistemático y sostenido: para ellos, insertarse en determinadas lógicas sociales, seguir estructuras horarias y normas estipuladas puede presentarse como una dificultad.

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Solidaridad social puesta en marcha

Desde hace años distintas organizaciones sociales unen esfuerzos para asistir a las personas en situación de calle y ese protagonismo creció aún más durante el periodo de aislamiento social. El comedor Papa Francisco, el de “Beto”, la Fundación Córdoba Solidarios, el Centro Vecinal de Villa El Libertador son sinónimo de viandas, abrigo y afecto a la intemperie.

A la vez el Centro de Acompañamiento Comunitario Héctor Oberlin de Barrio Maldonado, el Hogar de Cristo Madre de la Esquina de Barrio Suárez o el Centro Comunitario del Padre Viola trabajan asistiendo a personas con problemas de adicciones.

Estos dispositivos acondicionaron sus equipos y sedes para trabajar durante la cuarentena brindando acompañamiento asistencial, psico-social y espiritual a través de espacios de escucha. El Hermano Omar, psicólogo social, director del desayunador Madre Tránsito, expresó: “Tuvimos que reestructurar todo. Continuamos brindando espacios de escucha, con barbijo y máscara, para acompañar a los chicos en este momento tan difícil”.

Él, junto a los demás voluntarios, se mantiene en el frente de lucha desde el inicio de la cuarentena. “Del virus nos salvamos entre todos, codo a codo”, reflexionó. La pandemia permitió ampliar las fronteras de la solidaridad. Se creó la Red Zona 1 -zona centro- con Cáritas. “La Red está integrada por distintas instituciones y por primera vez, después de años de insistir, contamos con el apoyo de la Municipalidad”, contó Omar.

Y concluyó: “El objetivo es que no todos gastemos energía, sino que la compartamos”. Las épocas de profundas crisis generan procesos de liberación cognitiva y exponen la necesidad de impulsar cambios estructurales: Es necesario continuar aunando y multiplicando esfuerzos para consolidar una sociedad más justa e inclusiva.

Carmela Laucirica

Periodista interesada por las problemáticas sociales y ambientales. También soy Community Manager. Lectora y escritora en mis ratos libres.
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