La vainilla no podría publicitarse de manera exótica, o como “una explosión de sabor en tu boca”, pero sí como algo sutil, suave y también excitante. Es completamente válido preferir el sexo vainilla así como también es completamente válido querer explorar cosas nuevas.
Por Lic. Noelia Benedetto
Lectura liviana del término
Hace unas semanas escribí una columna acerca de los aportes que podíamos llegar a exportar desde el BDSM hacia el sexo vainilla más allá de las prácticas propiamente dichas, sino en cuanto a posicionamientos éticos, acuerdos, consensos y consentimientos, aftercare, etc. Hay quienes haciendo una lectura quizás un tanto liviana del texto consideraron que, por alguna razón, el extrapolar estos aspectos implicaba devaluar o peyorativizar al sexo vainilla, quizás quedándose en el lugar común del uso de este concepto relacionado a lo «poco osado» o «aburrido». En concreto, sexo vainilla es una expresión dentro del argot de la subcultura BDSM; jerga que surge de la crítica al sexo convencional pero que luego se apropia por les practicantes vainilla y reivindica su atractivo y rechaza ser tachada de moña, sosa o poco excitante. La metáfora consiste en imaginar la situación donde una persona entra por primera vez a una heladería y sin nunca haber probado un helado, entre tanta cantidad de sabores que existen; la persona elegirá de seguro el sabor vainilla, porque es un sabor común y sin particularidades.
Qué es y qué no es
Se denomina “vainilla” a las personas que practican únicamente sexo convencional, sin deseos de explorar otras posibilidades. No existe un consenso para definir el sexo vainilla de forma rigurosa, pero se entiende que sería todo aquel que se limita a cumplir las reglas convencionales en la sociedad de su momento. También suele estereotiparse con “el sexo misionero practicado en la oscuridad entre una pareja heterosexual blanca, con muy pocos juegos sexuales, y a veces rápido (pero tampoco demasiado), con no más de dos orgasmos”. Gayle Rubin lo utiliza en 1984, en su ensayo Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad (lectura pro-sexo que recomiendo fuertemente).
La frontera entre lo que es sexo vainilla y lo que no es difusa, dado que una cosa es la práctica objetiva y recortada en sí, y otra es la posición subjetiva y ética de las personas que la realizan. Se puede ser vainilla con una fusta, esposas, cuerdas para bondage y un catsuit de látex.
El sexo vainilla es un concepto muy relativo y que regularmente se define por lo que no es. Para las personas heteronormativas a ultranza, el sexo tradicional es el coito vaginal y procreativo entre socializados varones y mujeres. Pero en la categoría “vainilla” se agregan el sexo oral, autoestimulación y hasta sexo anal según desde qué teorización nos paremos.
El sexo vainilla no necesariamente está pegado a lo aburrido, a la heteromononorma parejocentrista y al amor romántico. Desde la cultura del BDSM se conciben ciertas prácticas sexuales como ese sabor de helado: clásico, conservador, demasiado suave. No es que haya nada en la vainilla que esté mal, ni mucho menos una movida “hater” al respecto. Lo que consideran las personas BDSMs es que no aporta nada descomunal, pero no se cuestiona el aporte del ‘soft/clean/clear sex’ a lo erótico y placentero: el poner algo de ‘suavidad’ puede intensificar el momento. La vainilla no podría publicitarse de manera exótica, o como “una explosión de sabor en tu boca”, pero sí como algo sutil, suave y también excitante. Es completamente válido preferir el sexo vainilla así como también es completamente válido querer explorar cosas nuevas.
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Les cultores del sexo vainilla consideran que el solo roce de los cuerpos es suficiente para excitar y excitarse (esto tiene sentido ya que la piel es el órgano sexual más extenso), hacen una puesta en valor lejos de ciertas acrobacias, algunes apuestan a la práctica del “slow sex”, es decir, donde el placer se logra de manera lenta. La velocidad se centra en la suavidad y la focalización de los movimientos.
Monopolio: coito, genitales y orgasmo
Si hay un tema a discutir del sexo vainilla es cuando queda monopolizado en relación al coitocentrismo y genitalocentrismo, porque eso no necesariamente es placentero para todas las partes involucradas. El helado de vainilla también puede tener diversos “toppings»; solo cada persona en situación de acuerdo con otras puede descubrir cuál es realmente el sabor que les apetece probar y que le resultará más placentero. Hay tantas sexualidades como personas y cada quien elige lo que lo satisface porque el placer es subjetivo.
También es importante mencionar que el sexo vainilla es un “passing de normalidad” en una sociedad sexófoba, puesto que no hay dos trayectorias vitales sexuales iguales.
El objetivo de visibilizar otras prácticas, o de considerar las exportaciones posibles, no es acusar de conformismo o imponer a las personas a que salgan de su zona de confort, simplemente señalar la posibilidad de ampliar el ars amandi para que no se vea afectado por exigencias de desempeño o rendimiento, como suele suceder generalmente en las prácticas coito y orgasmocéntricas. Conseguir que la sociedad se sienta avergonzada por su sexo vainilla es parte de una capitalista: cuando las personas comienzan a estar satisfechas es cuando las ventas bajan.
No se trata de armar un decálogo de tips, adoptar los modos y hábitos de Christian Grey y Anastasia Steele, que Illouz considera que son libros de erótica de “autoayuda”. Sucede frecuentemente que cuando alguna persona se siente demasiado vainilla, o bien se registra en una crisis vincular, siente culpa o que está desperdiciando su tiempo por no explorar (como un “deberías”) y para resolver esto agrega algún accesorio, atuendo o sex toy a sus encuentros, un tercero que, claramente, no es la panacea. En muchas ocasiones esas performances se practican como sustituto del deseo o de la pasión; ya que de lo que se trata es de hacer una revisión y exploración profunda acerca de los placeres y deseos propios e individuales para luego ponerlos en tensión con otras personas, de eso se trata el monte y desmonte del “ars amandi”.
Ars amandi: qué es
El objetivo de la sexología con la que trabajo está orientado a ir construyendo constantemente nuestro propio ars amandi. La idea es desgenitalizar nuestras relaciones sexuales, es decir, a utilizar otras partes del cuerpo con un fin placentero, algo que sin duda ampliará nuestra sensibilidad erótica. El antiguo ars amandi se había basado en la idea de coito, había dado un excesivo interés a los genitales como protagonistas. El nuevo no; los protagonistas son los sujetos y no sus órganos, no son los sujetos los que siguen a sus genitales sino a la inversa: son éstos los que siguen a los sujetos.
Se trata de romper el guion sexual endoheterocisnormativo, actualizar el GPS del mapa que nos representa a cada persona en cada encuentro. Palabras, besos, caricias, tocamientos, frotamientos, coito, susurros, miradas, conexiones, olfateos, risas, escucha, deseos, fantaseos, dejar de hacer una selección de qué parte de mí y de mi cuerpo te muestro para gustarte más, empezar a erotizarnos con otros cuerpos, a erogeneizar otras zonas, a darnos placer por el placer y no para y por el orgasmo; salirnos del protocolo; conocerse desde y con los 5 sentidos. Entonces, el lenguaje erótico no tiene una característica específica. Partiendo del nuevo ars amandi muchas cosas pueden llegar a cambiar, eliminando mitos y situaciones que surgen del mero desconocimiento de la sexualidad.
No todo es técnica
No se trata de una serie de técnicas que se publicitan en los manuales de autoayuda equiparables al manual de instrucciones de un electrodoméstico, sino que es saber desplegar el talento, para encontrar en las formas sentimentales de nuestro erotismo, su sentido. Los juegos sexuales no son tareas ni técnicas, ni siquiera acciones que se hacen siguiendo el principio de estímulo-respuesta. No responden al modelo de hacer un esfuerzo para lograr una meta o conseguir un objetivo: alcanzar el orgasmo, conseguir una erección, lograr una penetración, etc. Al contrario, son tácticas de “desmonte” de ese esquema.
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Entre todas las nociones sobre el sexo a las que se ha dado publicidad en los últimos años, ninguna es más dañina que la idea de que una relación sexual deficiente se puede “remediar” aprendiendo técnicas en un manual, el libro de por sí ya funciona como un imperativo categórico que responden a un ideal de funcionamiento. Gran parte de lo que hoy se quiere llamar asesoramiento sexual se caracteriza por hacer hincapié en la importancia de la técnica. Nada interesante puede pasar en la cama entre las personas si, antes de que se metieran en ella, no han estado sucediendo entre ellos y entre sí mismos otras cosas interesantes.
No hay manera de que una adecuada técnica sexual compense una relación emocional rudimentaria/precaria. Molero menciona que “una táctica muy común cuando no sentimos algo es amplificarlo, como haríamos con el volumen de la radio, cuando está muy bajo y lo subimos. Sin embargo, la dinámica que utilizamos en sexología es justamente la contraria. Ir hacia lo pequeño, reducir los decibeles para acabar con el ruido y poder escuchar los sonidos más insignificantes”.
Para ir acabando…
Si bien el sexo vainilla suele pensarse sin sorpresas, clásico y conocido, lo que se le acusa es que en ocasiones puede tornarse rutinario y monótono… como cualquier tipo de sexo. En Vanilla Sex and Chocolate Sex, su autor exponía su rotundo punto de vista: “Si tú dices que yo soy aburrido, yo digo lo contrario. Yo creo que tengo una mente expansiva y suficientemente creativa para disfrutar de las sensaciones y del sexo. Simplemente, porque yo no necesité salir del sexo convencional y tú precises de arneses o tengas una diferente mentalidad no te hace más complicado o interesante que yo. Solo te hace diferente”.
Heisey menciona que “la única diferencia entre el sabor vainilla y el de wasabi es que las personas que prefieren este último están mejor equipados para “hablar sobre ello, probar cosas nuevas se encuentran, más abiertas a la idea de que el sexo y las relaciones implican una renegociación continua de fronteras y preferencias”. Como resume la autora en su consejo final, “el movimiento más caliente para tu vida sexual no es robar de las atrevidas las esposas, sino el diálogo”.
La comunicación es la clave
No estaría en condiciones de dar tips acerca de cómo reavivar o intervenir el sexo vainilla, pero creo que es importante en principio hacerse preguntas a una misma y cuestionarse: cuáles son mis guiones sexuales deseables, qué me produce placer y llevo a cabo, qué me excita y no lo hago, qué podría resultar erotizante y no lo he probado… Analizar si estos repertorios forman parte de un deseo propio o son la consecuencia de la imposición de un enlatado de cómo nos inculcaron que debe ser el “buen sexo”.
Las crisis no se resuelven con agregados (personas u objetos), una cosa es rutina sexual y otra es que la compañía actual ya no sea de nuestro deseo o interés.
Conversar con las compañías sexuales, llegar a entender que la otra persona también tiene derecho a explorar sus preferencias y que es posible que no sienta el mismo placer que nosotras al incursionar en las nuestras. La comunicación asertiva es fundamental.
Evitar sugestiones, tácticas de presión, chantajes, críticas o retos al momento de establecer acuerdos consensuados en nuestros contratos y guiones sexuales.