Actualidad

De hijo a padre, un desafío atravesado por el tiempo y las costumbres

No tengo dudas que el día del padre es otra de las fechas marketineras impuestas por el capitalismo para inducirnos al consumo. Sin embargo, he decidido elegir esta conmemoración para reflexionar sobre el vínculo que he tenido con mi viejo y cómo esa relación se convirtió en una referencia a la hora de construir mi […]

🕒  6 minutos de lectura

 | 

No tengo dudas que el día del padre es otra de las fechas marketineras impuestas por el capitalismo para inducirnos al consumo. Sin embargo, he decidido elegir esta conmemoración para reflexionar sobre el vínculo que he tenido con mi viejo y cómo esa relación se convirtió en una referencia a la hora de construir mi rol como padre.

Por Maximiliano Taibi

Al enterarme que iba a tener un niño, pensar mi rol como papá es algo que empezó a ocupar mis pensamientos y mis sentires. La relación con mi viejo, sus actitudes, sus acciones, sus expresiones y otras cosas más, han sido determinantes a la hora de pensarme como padre. Mi vínculo con él ha sido el filtro para discernir entre el qué hacer y el qué no hacer.

Pero para construir mi paternidad, no me he limitado solo a mis experiencias personales. En diferentes oportunidades he hablado con amigos, amigas y compañeres. Les he preguntado sobre el vínculo que han tenido con sus padres. Me sucede que con personas cercanas con las que he compartido diversos momentos, suelo llegar a varios puntos de encuentro. Y uno de los primeros que surgió, es que muchos de nosotros sentimos la ausencia de los padres en distintas esferas de nuestras vidas.

Hasta el hartazgo mi viejo me ha repetido a mí, a mi hermano y a mi hermana la frase “Nunca les ha faltado nada”. Frase que se ha presentado de distintas maneras en las experiencias que me han contando mis amigos/as. Estas palabras siempre me han hecho pensar ¿Qué es lo que no nos ha faltado? o ¿Qué es lo que hemos tenido?

Mi viejo siempre ha obedecido al mandato de “el hombre como proveedor del hogar”. Es decir, efectivamente se ha encargado de que no nos falte la comida, una casa, la ropa, la plata para pagar el colegio (porque accedimos a la educación privada) ni tantos otros bienes materiales. Ha sido el proveedor económico, algo que se vuelve fundamental para el desarrollo de nuestras vidas y que nada tiene de sencillo.

Claro que con el paso de los años he tenido diversas charlas con él. En muchas oportunidades ha afirmado que su rol ha sido el de “traer comida a la casa”. Pero esto, entre otras cosas, ha tenido como consecuencia su ausencia en nuestra crianza. Nos ha faltado su presencia y en muchos casos su figura. Pero fundamentalmente, hemos carecido de su afecto y su expresividad de amor. Y cuando hemos tenido su presencia material, él ha respondido a otro mandato: ejercer la autoridad.

Roberto Garda Salas, en su escrito Paternidades en Movimiento, dice que además de responder al precepto del “hombre como proveedor del hogar”, muchos padres sienten que son quienes “deben imponer el orden en el hogar”. Es decir que encima de no estar presente y no participar de las tareas del cuidado de sus hijxs, cuando se encuentran físicamente deben ser autoritarios.
No solamente coincido y adhiero a este planteo, sino que pienso que este rol de mando es lo que lleva a algunos padres a ejercer la violencia como método de imposición, lejos de la contención emocional y la expresividad de afecto.

En tiempos en donde tenemos la claridad necesaria que nos permite criticar o cuestionar el rol de nuestros padres, creo que se vuelve necesario también registrar los factores que han influído en sus accionares y por eso me pregunto ¿Habrá sido una presión constante que a su familia no le falte nada material? ¿Fue la comodidad lo que llevó a no encarar su rol desde la provisión económica y no de afectos? ¿No pudo acceder a herramientas a las que yo sí he accedido?

Me pregunto ¿Qué hubiera pasado si nuestros padres hubieran repensando el rol de padres? ¿Si en vez de ser solamente proveedores de bienes también hubieran sido proveedores de afectos? ¿Si hubieran decidido tomar la paternidad como una responsabilidad y no una carga?
Indudablemente muchas de esas preguntas siguen siendo una incógnita, la mayoría no las he podido responder. Sin embargo me sirven como guía.

Hoy, gracias a los procesos de transformación social y cultura que me atraviesan, tengo la posibilidad de reconocer los mandatos y decidir qué seguir y qué descartar. Hoy, me encuentro ante la posibilidad de reflexionar y analizar el vínculo con mi viejo, el de mis amigos con los suyos, y desde ahí construir mi paternidad.

Porque, como dice el comunicador Pablo Mas, “somos el filtro para que la violencia y la mezquindad no sean una enfermedad hereditaria. Ser papá es la posibilidad de tomar lo mejor de lo que hemos aprendido, y dejar atrás todo lo que no tiene lugar para estas generaciones que llegan”.

Porque mi hijo es para mí como un espacio de bosque nativo. Un lugar en donde nada quiero cortar de raíz. Un espacio que quiero cuidar con amor alejado de todo tipo de violencia. Un arbolito nativo que busco que crezca sin podarlo ni encasillarlo. 

Hoy tengo la posibilidad de hacerme cargo de las responsabilidades que me tocan. De ser parte de las tareas del cuidado, de proveer bienes materiales pero fundamentalmente de afectos. De brindar una presencia activa. Hoy tengo la posibilidad de jugar, de crear, de acompañar, de probar y también de errar.

Porque ser padre para mí es una tarea compleja y maravillosa. Mentiría al decir que todo es alegría. Sin embargo, mi hijo también es un refugio. Porque cuando estoy harto del trabajo, en vez de buscar la distracción afuera, la encuentro en él. En los juegos, en las explicaciones, en los mimos.
Claro que siento la responsabilidad de prepararlo para el mundo, pero también la de que no pierda su inocencia.

Si bien nos encontramos en una sociedad que nos conlleva a la producción constante, a lo instantáneo y efímero, busco encontrar el equilibrio. Porque se vuelve una necesidad trabajar, como también es una necesidad dedicarle tiempo a la crianza. Tiempo de calidad y sin restricciones.

Entonces me pregunto: ¿Cómo sería criar a uni hijo sin las presiones del tiempo, del trabajo? 

Porque desde los primeros días que tuve como padre, sentí la presión de tener que responder primero al trabajo y después a la crianza. Si cuando mi hijo nació, me permitían adaptarme a este gigantesco cambio en tan solo 2 días: si, solo 2!

¿Cómo podemos los padres hacernos responsables de las tareas del cuidado si el mismo Estado nos concibe lejos de ellas? Si al momento del nacimiento tenemos que dejar de cambiar los pañales para ir a trabajar.

Cuando un niño nace, si trabajamos en el sector privado y tenemos la suerte de estar en relación de dependencia, contamos con 2 días para estar en casa atendiendo todas las necesidades de nuestro hijo/a, de la persona puerperienta y de las tareas del hogar.
En Córdoba por ejemplo, quienes trabajan en el sector público como trabajadores del Estado, cuentan con 8 días hábiles.

No te pierdas ¿Cuántos días corresponden de licencia por paternidad?

Por eso, si bien es fundamental que los padres seamos conscientes y responsables de las tareas que nos corresponden, también es necesario que las políticas públicas acompañen. Ampliar la licencia por paternidad es una necesidad, entendiendo que los padres necesitamos pasar más tiempo con nuestros hijos desde el inicio de la vida. Que las políticas de Estado empiecen a visualizar al varón como responsables de las tareas del cuidado es parte del cambio cultural y social.

Sumar días a la licencia por paternidad es más que ampliar derechos para los padres, es generar igualdad en lo que concierne a las responsabilidades en las tareas del cuidado. Por lo que debe volverse una lucha y un reclamo de las masculinidades conscientes.

FUENTES:

  • Pablo Mas
  • “La nueva paternidad: expresión de la transformación masculina”
  • “Paternidades en movimiento” de Roberto Garda Salas
Enterate acá
Enterate acá
Enterate acá

Más de lo último