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Cuida bien tus alas de la Policía

Víctimas de la violencia institucional, víctimas de la Policía. Muertes que se transforman en cifras contabilizadas, nombres que resuenan transformándose en casos memorables, en carteles que muestran rostros, en un grito sordo exigiendo justicia. Según datos de la CORREPI (Coordinadora contra la represión policial e institucional), desde 1983 se contabilizaron más de 6500 casos de […]

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Víctimas de la violencia institucional, víctimas de la Policía. Muertes que se transforman en cifras contabilizadas, nombres que resuenan transformándose en casos memorables, en carteles que muestran rostros, en un grito sordo exigiendo justicia.

15° Marcha de la Gorra en Córdoba. Foto: El Resaltador

Según datos de la CORREPI (Coordinadora contra la represión policial e institucional), desde 1983 se contabilizaron más de 6500 casos de gatillo fácil. Gatillo fácil, es sinónimo de Blas Correas, Luciano Arruga, Lucas González, Marcos Sebastián Acuña, Andrés García Campoy, Gabriel Godoy, Fabián Gorosito, Silvia Maldonado, Claudio Adrián Sánchez, Joaquín Paredes, y la lista sigue, interminablemente.

Conforme planteó la Comisión por la Memoria, el llamado "Caso Budge" fue el primero de lo que luego pasaría a nombrarse como "gatillo fácil" en nuestro país. Corría el mes de mayo de 1987, cuando la Policía Bonaerense fusiló a Agustín “El Negro” Olivera (26 años), Oscar Aredes (19 años) y Roberto “Willy” Argañaraz (24 años) en una esquina de su barrio en Ingeniero Budge, Lomas de Zamora.

Los jóvenes se habían juntado en la esquina de Figueredo y Guaminí, tal como era costumbre en el barrio, cuando el suboficial Juan Ramón Balmaceda, el cabo Juan Alberto Miño y el sargento Isidro Rito Romero bajaron de una camioneta de la Policía Bonaerense y dispararon contra ellos.

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Olivera recibió doce disparos, Aredes siete y Argañaraz, con un disparo en una de sus piernas, fue subido a la camioneta, para más tarde aparecer en el hospital con un impacto de bala en la cabeza. A las víctimas se les "plantaron" armas en un intento de hacer pasar el caso como un enfrentamiento con supuestos delincuentes.

Este caso sentó un precedente, marcando el paso de los procesos judiciales y de los reclamos de justicia por parte de familiares y allegados a las víctimas. Aquello que hasta el momento no tenía nombre, fue llamado como gatillo fácil y a partir de allí, develó un accionar cotidiano de parte de la Policía, transformándose en una categoría política.

Cuida bien tus alas de la Policía

La Policía es una institución que se desprende del Estado. Es el brazo que utiliza la fuerza para dominar, reprimir y controlar. En ese ejercicio, se configuran identidades, individuales y colectivas, como amenazantes y peligrosas, se construye al enemigo de forma tendenciosa, y sobre esa construcción luego se busca legitimar el accionar policial y plantearlo en términos de "cuidado".

Al mismo tiempo, el gatillo fácil, encierra mucho más que un mal accionar policial. La Policía, sólo por el hecho de la sospecha, ante determinados estereotipos considerados peligrosos, elige actuar. Esa sospecha se funda sobre prejuicios profundamente arraigados en el sentido común.

El proceder siempre o casi siempre es igual. La Policía disparando deliberadamente, quizás siendo el único testigo de los hechos; plantando un arma en la escena para respaldarse y dar cuenta de que sólo hicieron su trabajo, ante un riesgo inminente.

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El ejemplo más reciente de esto, es el de Lucas González. A Lucas la Policía de la Ciudad de Buenos Aires, efectivos de civil, lo mataron disparándole en la cabeza. La versión oficial difundió que el jugador de fútbol de 17 años, aparentemente había querido robar junto a sus amigos, que no quisieron identificarse y que la Policía actuó ante el peligro que eso les significó. La Policía mete balas, y después pregunta.

Pero Lucas y sus tres amigos estaban comprando en un kiosco. Habían salido de entrenar en las inferiores de Barracas Central y se dirigían a sus casas en un auto. El padre de Lucas dijo que su hijo lo llamó asustado. Minutos después, el fatídico final. El joven internado con muerte cerebral en el Hospital El Cruce de Florencio Varela, donde moriría horas después. Los amigos, detenidos toda la noche en un instituto de menores.

"Usas gorrita, tenés pantalones anchos, zapatillas de marca, y ya piensan que sos chorro"

Esas fueron las palabras de los amigos de Lucas. Todos esos prejuicios y estereotipos, están solidificados en el sentido común de gran parte de la sociedad. No son hechos aislados. Es esa misma sociedad, la que avala y legitima el accionar de la Policía ante casos de gatillo fácil. La Policía actúa tirando a matar, porque además de la complicidad de la sociedad civil, también cuenta con la protección de todo un aparato judicial que está diseñado para encubrir casos como éstos. "La Policía siempre nos mira mal por cómo estamos vestidos".

Alentar los discursos de "más mano dura" y "meter bala" no es gratis. El saldo es catastrófico. Jóvenes muertos, familias destruidas. Donde antes había un hijo, un amigo, un padre, ahora hay una ausencia, una foto y un pedido de justicia. ¿Cuántos pibes más tienen que morir a manos de la Policía?.

No nos acostumbremos. Basta de gatillo fácil. La violencia institucional es una deuda de la democracia.

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