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Aires de carnaval: celebración pública y popular

Puede que el tiempo para celebrar el carnaval no sea suficiente, que la hermandad generada por la música, el juego y las máscaras que ocultan identidades, se disuelva demasiado pronto. Antes del cambio de estación y del ánimo general, el feriado de carnaval se planta en el calendario. Hay una sensación en el aire: los […]

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Puede que el tiempo para celebrar el carnaval no sea suficiente, que la hermandad generada por la música, el juego y las máscaras que ocultan identidades, se disuelva demasiado pronto. Antes del cambio de estación y del ánimo general, el feriado de carnaval se planta en el calendario.

Carnaval de Porteña - Fuente: Archivo Histórico Municipal de Porteña.

Hay una sensación en el aire: los días que duran los festejos, las calles son tomadas por la gente y aunque suene naif, la alegría se esparce entre los espectadores que tomarán parte activa de la celebración. Y algunas líneas, esas que establecen límites duros e inamovibles, parecen desdibujarse al son de la música, el baile y las bebidas espirituosas. 

Con los años, algo me queda claro: no hay fiesta popular sin excesos. Y no lo digo con pretensiones moralistas. Hay en el exceso un permiso tácito que se le otorga también a quienes se les persigue y castiga en cualquier otra fecha. Está bien ser distinto en carnaval, es recibida con aplausos la alegría de los marginados. Durante dos o tres noches no hay señalamientos maliciosos, la fiesta es de todos.

En los pueblos y ciudades del interior de cada provincia los preparativos comienzan con los primeros ensayos de las murgas y comparsas locales, con los negocios que se van poblando de máscaras y espumas, con el espíritu de la gente que se va poniendo en sintonía con el carnaval. 

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En algún momento de la historia, este pueblo fue reconocido como la capital provincial del carnaval. Los días de festejo eran la gran ocasión de la zona. Músicos famosos, comparsas que disponían de grandes presupuestos, taxis locos, disfrazados, shows con fuegos artificiales, elección de reinas y princesas, carrozas muy elaboradas e incluso un Rey Momo gigantesco que luego era incendiado al resguardo de los bomberos. 

Más allá de los momentos de crisis y apogeo de esta fiesta, persiste aún hoy la esencia popular que sigue reuniendo a las personas en las calles y se presiente en el ambiente.

Presagios

La ausencia que dejó Liliana Bodoc en la literatura y en sus lectores tras su repentina muerte en 2018 es innegable. Sin embargo, su legado es su obra literaria que se constituye como un refugio ante la hostilidad constante del mundo.

Presagio de carnaval es una novela que la autora publicó en 2009. La atmósfera del relato está cargada de poesía y tragedia, es inminente que el conflicto estalle y resulte letal para sus personajes.

“No hay que correr tras los presentimientos; más bien al revés. Que los presentimientos nos corran y nos tiren de la ropa hasta demostrarnos que son atendibles.” Sabino es un yuyero proveniente de Bolivia, los presentimientos lo abordan a diario y él debe decidir cuándo prestarles atención. Su suerte quedará enlazada al destino de Angela, Mijail, Renzo y Graciela. 

La novela de Liliana se clasifica como literatura juvenil pero la construcción está tan bien lograda que cualquier persona, sin importar la edad, puede sentirse atraída y atrapada. Tiene pocas páginas lo que permite leerla de una sentada, o por el contrario dosificar y alargar la llegada de la tragedia: “...el carnaval era una batalla contra la muerte.”

El carnaval, tal y como se lo festeja en las provincias al norte de nuestro país, será el escenario donde cada personaje tomará decisiones con consecuencias fatales. Discriminación, diversidad, inmigración, sexualidad y violencia son los hilos que conforman la trama por la cual vale la pena leer esta historia de la querida Liliana.

Cenizas

Mariana Travacio es escritora y psicóloga. Publicó varios libros: “Como si existiese el perdón” y “Quebrada”, que acaba de salir; pero lo que nos convoca a poner la lupa en torno a su obra es su libro de cuentos: “Cenizas de carnaval”.

La antología está compuesta por un total de diez cuentos, diez historias que ponen el foco en tramas que podrían parecer diferentes pero que desembocan en el gran tema de la literatura: la familia y sus formas de vincularse. Tal como ocurre en la vida real, algunos relatos reflejan vínculos sanos, idílicos; otros están teñidos de enfermedad, miedo y frustración.

El primer cuento, el que le da título al libro, comienza con alguien que parece ser un encargado de Recursos Humanos que indaga el motivo por el cual los empleados faltan. Lee que un tal Loprette ha faltado por la muerte del abuelo y de la abuela, quiere averiguar de manera superficial qué les pasó, pero este encargado termina totalmente atrapado por el relato del empleado: “A esta altura lo escucho con toda mi atención y ya no recuerdo lo que tenía que hacer: controlar la planilla de ausentismo, revisar los consuetudinarios errores de Goméz, caminar por los pasillos con cara de perro…”.

Las posibles razones que tenía el abuelo de Loprette para ir en familia a tirar las cenizas de su esposa muerta y luego fallecer calan hondo en el desalmado encargado. La inquietud hará nido en sus preocupaciones.

En las antípodas, el amor filial de la protagonista de “Matriz”  la lleva a tomar una decisión: criará a sus dos hijos en los límites de su humilde hogar, el exterior y sus peligros se quedan atrás de la puerta que da a la calle.

“Mi madre decía que había que tener mucho cuidado. Decía: la gente se enferma, hay que cuidarse. La enfermedad entra por la boca, por los ojos, por el estómago.” nos dice el hijo que pone en palabras todo lo que ve y que de a poco irá develando los motivos que llevaron a esta mujer a rehuir el contacto con el afuera. Para evitar cualquier peligro la madre decide que los hijos no vayan a la escuela, cuna de enfermedades y contagios que tanto le preocupan, y será ella quien los eduque.

El único nexo con el exterior es su trabajo de costurera que a veces la obliga a salir dejando bajo llave a sus hijos. En una de esas ocasiones es cuando la mujer vuelve más tarde de lo acostumbrado y les anuncia: “Están por volver (...) Desde entonces se negó a comer. Decía que si comía, las serpientes iban a alimentarse, se iban a volver enormes y largas y le iban a volver los dolores. Las serpientes grandes duelen, decía.”

Final

Puede que el tiempo para celebrar el carnaval no sea suficiente, que la hermandad generada por la música, el juego y las máscaras que ocultan identidades, se disuelva demasiado pronto. 

Y puede que, aunque suene (y se lea) trillado, nada dura para siempre. Será por eso que después de la entrega al desenfreno del ambiente, al igual que lo hacían los romanos cuando veneraban al dios Momo, sea propicio el silencio y el letargo hasta el próximo año.  

Pero antes de que cada cosa vuelva a su lugar y cada uno a su casa… ¿Y si ponemos una canción más y la fiesta sigue por un rato?

Cristian Dominguez

Redactor y co-productor de contenidos para el sitio web y las demás plataformas de El Resaltador.
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