«Guerras, amores y juegos. Fuegos, relámpagos, truenos. Barcos, montañas y sueños. Todo descansa en tu corazón. Era clara, era vida, de mis manos, se escurría. Me besaba, me envolvía, pero siempre agua seguía». Un fragmento bastante amoroso de una canción de Los Piojos para empezar a hablar de este tema que tanto nos urge.

Por Magdalena Gavier
Agua dulce: un bien preciado y escaso
El 97.5% del agua en la tierra se encuentra en los océanos y mares de agua salada. Sólo el 2.5% es agua dulce. Del total de agua dulce en el mundo, el 69% se encuentra en los polos y en las cumbres de las montañas más altas y se encuentra en un estado sólido. El 30% se encuentra en la humedad del suelo y en acuíferos. Solamente el 1% del agua dulce en el mundo está distribuido en cuencas hidrográficas en forma de arroyos, ríos, lagos y lagunas.
Acceso al agua potable en el mundo
Según datos del informe “Avances en materia de agua potable, saneamiento e higiene en los hogares, 2000-2017” de UNICEF, los datos en cuanto a accesibilidad de agua potable, segura y en cercanía a los hogares, son bastante alarmantes:
- 1 de cada 10 personas (785 millones) todavía carecen de servicios básicos, incluidos los 144 millones que beben agua de superficie que no ha recibido tratamiento.
- 1 de cada 3 personas no tiene acceso a agua potable y segura en sus hogares (2.200 millones de personas).
- 4.200 millones de personas no cuentan con servicios de saneamiento seguro.
- 3.000 millones de personas carecen de instalaciones básicas para el lavado de manos.
América Latina cuenta con ⅓ del agua dulce del mundo.

Acceso al agua potable en Argentina
En base a estimaciones del Ministerio de Obras Públicas, para el 2019 el 88% de la población argentina contaba con acceso a agua por red y el 63% a cloacas. Claro está que estos números crecen y decrecen según la localización geográfica donde se analice el caso. Por ejemplo, en barrios donde el poder adquisitivo en general es medio y alto, el acceso a agua de red es asegurado. Pero el acceso formal a servicios de agua y cloacas en barrios populares alcanza sólo al 11,6% y 2,5%, respectivamente.
Por otro lado, cerca de 2.6 millones de personas habitan en zonas rurales dispersas, con un alto déficit en el acceso a servicios básicos, donde un 11% recolecta agua superficial y un 18% utiliza hoyos o excavaciones en la tierra.
Puja empresarial: ¿a dónde va el agua?
El agua, como todos los bienes naturales que usamos y compartimos con otros seres vivos, es un recurso que ha ido cambiando de forma, distribución y cantidad a medida que la humanidad se ha modificado en base a sus necesidades o intereses.
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Los desmontes que afectan la distribución y absorción hídrica, la existencia de ríos “encauzados” entre bloques de cemento para la construcción, y el hecho de que casi todas las reservas hídricas del planeta estén contaminadas, son todas realidades y consecuencias históricas de una humanidad egoísta. De una humanidad que pensó en el desarrollo, en el progreso, en producir más, en preparar un mundo para albergar más humanidad, pero que en el camino se olvidó de que compartía el planeta con otros seres. Y es esta humanidad también la que no se percató de que sin esos otros seres (selvas, animales no humanos, insectos, hongos, árboles, piedras, glaciares, todo), se estaba cavando su propia tumba llena de promesas de progreso.
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Ganadería
El 75% de los recursos de agua dulce del mundo se destinan a la producción ganadera y agrícola industrial de gran escala. ¿Sabías que para producir 1 kilo de carne de vaca es necesario gastar 15.000 litros de agua? Esta cifra surge de un estudio realizado por Mekonnen y Hoekstra y recogido por la plataforma Water Footprint Network, en la que explican cuáles son los gastos de agua derivados del consumo de distintos tipos de alimentación.

No es que una vaca precisamente tome tanta agua en su vida, sino que toda la producción que conlleva “preparar” el espacio para “criar” una vaca (proceso que incluye tierras desmontadas), más todo lo que se usa para limpieza del espacio, sumado a lo que se utiliza en la producción de miles de kilos de granos que luego se usan para alimentar a esas vacas, dan como resultado esa cantidad de agua. Como para tener una referencia y poder comparar, para obtener 1 kilo de trigo sólo se requieren 1.500 litros de agua.
En este posteo vas a encontrar más referencias y comparaciones sobre el consumo de animales y su correspondiente huella hídrica: https://tinyurl.com/34xx55jt
Flavia Broffoni explica en pocas palabras en su libro “Extinción” cuál es la realidad y a lo que podríamos llegar si no generamos un cambio:
Nuestro modelo alimentario es el factor directo global de degradación del suelo y el mar más importante. El avance de la frontera agropecuaria tiene como destino final la transformación de cultivos y animales, industrialización mediante, en insumos y calorías (…) para alimentar animales inseminados con el objetivo de nacer, sufrir y morir para el consumo de pocos.
De continuar las tendencias actuales, hacia el año 2050 el consumo de carne aumentará 78%, precisando para su producción 600 millones de hectáreas deforestadas para pastoreo directo o para producción de granos que alimenten a esos animales. Eso es el doble del territorio continental de la Argentina. (…) Sin consumir animales ni sus derivados de forma masiva, se podría reducir en un 75% el área agrícola del mundo y, aun así, nutrirlo.
Moda
La industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo, especialmente teniendo en cuenta la cantidad de agua que se utiliza para confeccionar las prendas. También es una de las principales explotadoras de derechos humanos, sobre todo en países asiáticos (pero es una realidad que también podemos evidenciar en Argentina).
Es importante entender que todas las elecciones hacen a la construcción de nuestros hábitos de consumo. Elegir comprar ropa de segunda mano en lugar de ir a un shopping, comprar a una persona modista de la localidad que hace remeras con sus propias manos o apostar a prendas hechas con materiales reciclados, son todas acciones claras que luchan contra la obsolescencia programada de esta gran industria.
Para poner en perspectiva, para producir un kilo de tela de algodón se necesitan 10.000 litros de agua (esto es para el proceso productivo que incluye el cultivo del algodón, el transporte y la transformación de algodón en hilos). Una vez elaborada la tela en cuestión (que en este caso es algodón, pero puede ser sintética y sus derivados), viene la etapa de tratamiento y tintura de textiles, que se lleva un 20% de la contaminación global del agua industrial. Para fabricar una remera de algodón básica se necesitan 2.700 litros de agua. Para fabricar un par de jeans se necesitan 7500 litros de agua.
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De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, una persona requiere de 100 litros de agua al día para satisfacer sus necesidades de consumo como de higiene. Es decir que por año una persona gasta 36.500 litros de agua. El total de agua que utiliza una persona por año es equivalente a la fabricación de 5 jeans. Y cabe preguntarnos: ¿a dónde va a parar la ropa una vez que fue reemplazada por otra prenda? No hay mucha diversidad en la respuesta: donaciones, basurales (casi ⅗ partes de la ropa del mundo termina en vertederos al año de su producción) o, en poquísimos casos, reciclaje.

La cultura del descarte también es contaminante y peligrosa. Porque no sólo alienta la obsolescencia programada también en la vestimenta, sino que ocupa grandes porcentajes (en toneladas y en espacio) en basurales. La ropa puede tardar hasta 200 años en biodegradarse y puede ser tan tóxica como el plástico o las llantas. No hay que irse muy lejos para ver ejemplos devastadores, como en el caso del Desierto de Atacama en Chile.
Minería
La industria minera es otra de las grandes contaminantes del mundo. Tiene un gran impacto en los recursos hídricos porque utiliza el agua y la contamina con descargas o infiltraciones de relaves (conjunto de desechos de procesos mineros) o embalses de roca estéril. Si bien el uso diario del agua en esta industria no es tan abusivo como en el caso de la industria textil y agrícola-ganadera, sí hay grandes riesgos de que ocurran derrames y daños irremediables que contaminen los recursos hídricos de la zona donde se instalen.
En 2021 la industria minera contribuyó un 9,5% del PBI, y su valor agregado ascendió 18,2% respecto del año anterior. Para analizar estos datos es importante tener en cuenta una amplia diversidad de variables. No alcanza con que los productos resultantes de determinada explotación tengan un alto valor y signifique dinero para el país. No es sólo un análisis matemático y exacto. Hay que tener en cuenta la degradación del suelo, lo que significa a nivel territorial, cultural y social el extractivismo.

Genera empleo, pero ¿a qué costo? ¿El pueblo está dispuesto a pagar con su vida la explotación del territorio para que inversores extranjeros se lleven las ganancias? En innumerables marchas se leen carteles que dicen “podemos vivir sin oro, pero no sin agua” y no hay nada más cierto.
Ya quedó chico el argumento de que debemos aceptar las condiciones que nos impongan para tener trabajo. No necesitamos un sistema extractivista violento ni a los gobernantes que lo avalan y alientan para poder vivir. No necesitamos que empresas privadas destruyan los ecosistemas para comer. No comemos dólares, ni oro, ni litio ni tampoco aluminio.
Sí, es una realidad que en el sistema capitalista en el que estamos inmersas las personas se vuelven elementos necesarios para vivir. Pero debemos buscar alternativas que sean sostenibles y que colaboren en un la construcción de un territorio armónico, que respete la cultura de los pueblos, que resguarden a los otros seres con quienes compartimos el ecosistema, que generen empleos dignos y que velen genuinamente por los derechos de quienes habitamos las tierras.
Resistencia. La deuda es con el pueblo
Lo prometido es deuda. Literal. Pero sigue siendo deuda y quienes nos gobiernan junto a las empresas nos siguen haciendo promesas vacías de contenido e imposibles de cumplir. Son ideas, proyecciones, hasta sueños que se convierten en deudas con el pueblo pero nunca se pagan.
Casos de evidencia hay de sobra. Son proyectos y acciones que se hacen desde oficinas sin ningún tipo de consenso ni consulta popular: el proyecto de la autovía de Punilla en Córdoba (que resiste desde la Asamblea de Paravachasca y las organizaciones que acompañan), el proyecto de exploración sísmica y explotación petrolera sobre el Mar Argentino (a lo que el país le respondió con el Atlanticazo), el proyecto de explotación de uranio en Jáchal en San Juan (a lo que el pueblo le respondió con la Asamblea Jáchal no se toca), la explotación minera en Chubut, querido territorio patagónico (donde el pueblo resiste desde hace décadas mediante la Asamblea No a la Mina y otros colectivos).
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Y podríamos seguir mencionando páginas enteras de organizaciones que defienden los derechos sobre nuestro territorio, y también enumerar nombres de gobernantes y personajes de la política que se hicieron acreedores de esas luchas para conseguir votos populares pero, cuando llegaron al poder no hicieron más que lobby con quienes le daban billetes verdes a espaldas del pueblo.
Ya sabemos que la memoria es un aspecto fundamental en la historia. Y no digo sólo en la historia mirando hacia atrás, sino más bien mirando hacia adelante: para construir futuro.
Por eso es importante que tomemos en cuenta los datos, los informes y todo el bagaje que ya existe para generar acciones concretas que impacten de manera positiva en el territorio.
Acciones que suman
Fundación Plurales, una ONG que trabaja desde 2001 en el territorio argentino, realiza acciones concretas para promover el acceso a bienes naturales a sectores de la población que está en situación de vulnerabilidad social, económica y/o demográfica.
La organización trabaja en alianza con el sector público y privado para fomentar el desarrollo local y regional, potenciando redes de mujeres campesinas e indígenas del Chaco Americano, realizando proyectos de acceso al agua segura, acercando tecnologías y conocimientos para la inclusión social y facilitando diálogos como medio de incidencia en lo público.
Podés conocer más de su trabajo y apoyar visitando la web desde aquí.
¿Qué hacer desde casa?
Hay algunas acciones básicas que podemos hacer desde casa para derrochar menos agua: juntar y regar con agua de lluvia, cuidar los goteos de agua, cerrar la canilla al lavar los platos, usar detergentes amigables con el medioambiente, reutilizar y reciclar agua, entre otras.
Dejar de consumir animales y sus derivados, reducir el consumo desenfrenado de lo que proviene de la industria textil y optar siempre por reparar objetos antes de comprar nuevos son acciones concretas que no requieren de ningún tipo de inversión, más bien significan un ahorro económico. Sólo nos cuesta algo clave: voluntad.
Desde acá te propongo algunas ideas más: reflexionar acerca de los vínculos con lo que consumimos, investigar y exigir información, organizarnos, luchar de manera colectiva para defender nuestros derechos y promover y participar en espacios de debate.
Si tenés comentarios, dudas, aportes, sugerencias, ideas, lo que sea, ¡escribinos! nos encantaría leerte. Podés escribir a cualquiera de las redes de El Resaltador (Instagram, Facebook o Twitter) o enviarnos un mail a: [email protected]