Las jornadas del 19 y 20 de diciembre del 2001 marcaron un antes y un después en nuestra memoria colectiva. Dialogamos con Lito Borello, secretario de DD. HH. de la UTEP, sobre la importancia de la organización popular.
2001 fue un año caracterizado por una profunda crisis social, económica y política en nuestro país, que estalló en una revuelta popular el 19 y 20 de diciembre.
El levantamiento de la población en contra del ajuste y el empobrecimiento terminó con la renuncia del presidente Fernando de la Rúa, quien huyó en un helicóptero dejando a la Argentina en llamas y totalmente acéfala.
A lo largo y a lo ancho de nuestra patria hubo miles de heridos y 39 personas fallecieron como consecuencia de la brutal represión estatal.
Las jornadas del 19 y 20 de diciembre del 2001 marcaron un antes y un después en nuestra memoria colectiva.
¡Que se vayan todos!
A finales de la década de los 90, el uno a uno impuesto por Carlos Menem empezó a tambalear y la recesión hizo mella en los sectores más vulnerables.
Fernando de la Rúa, candidato de La Alianza, asumió en 1999 con una «voluntad de cambio». No obstante, los intentos de estabilizar económicamente el país fracasaron.
Tras una serie de políticas de ajuste, desfinanciamiento y recortes, en diciembre del 2001 comenzó un proceso de fuga de capitales. Domingo Cavallo, quien en ese entonces era ministro de Economía, intentó contener la sangría de divisas a través del corralito. Así, prohibió el retiro de efectivo de los bancos a 250 USD semanales.
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La medida profundizó la crisis: cadenas de pagos, comercios y trabajadores se vieron afectados por la medida y las huelgas, los piquetes y los saqueos empezaron a multiplicarse en todos los rincones de la Argentina.
En la noche del 19 de diciembre del 2001, el presidente Fernando de la Rúa declaró el estado de sitio y se suspendieron todas las garantías constitucionales.
Al grito de ¡Que se vayan todos!, miles y miles de personas salieron a la calle a manifestar el repudio y el hartazgo.
Tras varios intentos de llamado al diálogo, finalmente De la Rúa renunció el 20 de diciembre por la tarde.
Un pueblo sin memoria está condenado a repetir la historia
23 años después estamos atravesando un gobierno de carácter neoliberal y anti Estado, cuyas políticas promueven la pobreza, el desempleo y la desesperanza generalizada.
Como una historia sin fin, el gabinete de Javier Milei está integrado por varios personajes que ya desfilaron por los despachos gubernamentales durante los 90 y comienzos de la década del 2000.
Los indicadores sociales y económicos alarman y el Gobierno nacional no da tregua: negocia con el Fondo Monetario Internacional y manifiesta su voluntad de dolarizar. Mientras tanto, la desocupación, el trabajo no registrado, los recortes en alimentos para comedores y merenderos y la devaluación ahogan y arrastran hacia el abismo a una población desilusionada, descreída y desmotivada.
El rol de los movimientos populares en esta coyuntura
Desde el 2001 hasta hoy, «son dos décadas donde la situación de la crisis mundial es totalmente distinta. Hoy transitamos un momento de crisis civilizatoria a nivel global, y, a la vez, una situación de colapso inevitable», asegura Lito Borello -secretario de Derechos Humanos de la UTEP y coordinador nacional del Movimiento Popular Los Pibes-.
Para el entrevistado, en estos 23 años «los movimientos sociales han tenido una evolución, han crecido en capacidad ideológica, política y organizativa y hoy el entramado social en los territorios es muy grande».
«Por ende, en medio de la situación más crítica de estos 42 años para los sectores populares, hoy hay un sinnúmero de organizaciones populares que no encuentran oportuno generar una salida como la que se dio en diciembre del 2001, donde el sujeto emergente terminó echando a un presidente que no hacía lo que el pueblo esperaba», sumó.
Individualismo feroz
Lito Borello ratifica que, sin ninguna duda, «el individualismo (actual) es parte de esa cultura que impera».
En esta coyuntura, los movimientos populares se están reconfigurando para ver cómo enfrentar, desde una resistencia de nuevo tipo, este modelo de dominación que quieren implantar en la Argentina y en toda nuestra América.
Para el referente de la UTEP, estamos atravesando «una crisis de representatividad, que se inició en el 2001, pero que no se cerró jamás. Una crisis de la política donde el nivel de deterioro, degradación, corruptela y burocracia es el más profundo de los 42 años de democracia, pero que al mismo tiempo, va surgiendo desde abajo, desde la autonomía de los movimientos populares, una nueva camada que aparecerá en un momento y que hoy, como el agua, busca una salida y choca contra un dique. En algún momento encontrará una fisura y va a hacer tronar el escarmiento».
Para concluir, Lito Borello destacó la importancia de «no caer en la batalla en que nos mete el enemigo, de quebrar nuestra voluntad de lucha, de quebrar nuestra autoestima, de sentirnos que estamos sin capacidad de pelea. Tenemos que tener en claro que nuestro pueblo sigue caminando. No nos robarán ni la alegría, ni los sueños, ni la esperanza«, cerró.