En Villa Dolores inauguraron un paseo gastronómico con el nombre de un icono popular local. Pero siempre es importante hacer un análisis histórico-cultural para no perder el eje y la memoria. Los nombres de los espacios públicos nunca son casuales y siempre invitan a indagar.

Por José Feliciano Fisichella
Buenas querido lector, seguramente usted se debe preguntar qué tiene que ver un paseo gastronómico y la historia; la verdad que muchas cosas: los nombres de los espacios públicos nos hablan sobre la forma de interpretar los hechos y qué valoramos (o valorábamos) como sociedad.
Ocurre que como expusó en sus textos Paul Watzlawick (Miembro de la Escuela de Palo Alto sobre estudios de la comunicación) es imposible no comunicarse. Por otro lado es interesante estudiar la historia a contrapelo, como propondría Walter Benajamin (Escuela de Frankfurt), que implica buscar romper con la ideología que subyace en los marcos históricos. Algunos interpretan su pensamiento bajo la premisa “la historia la escriben los vencedores”, cuestión que podemos traducirla a que la historia la escriben las clases dominantes de cada sociedad y que muchas veces reproducimos de forma inconsciente.
Vamos con el contexto
La semana pasada la Intendente de Villa Dolores inauguraba un paseo gastronómico en una de las principales arterías de la ciudad, reduciendo la calzada de una de las calles principales en beneficio comercial para algunos locales de comidas que se ubican en la zona (sí, ya sé, hay cortes y cortes de calles. Usted me entiende es y no es. Créditos a los Simpson).
El nombre elegido para el lugar fue “Paseo Santo Domingo”. Por esta razón se llevó adelante una serie de espectáculos musicales y todo lo que estamos acostumbrados.
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La elección del nombre fue en razón de que Santo Domingo fue un ícono popular de Villa Dolores y que falleció hace algo de 40 años. Así que para recordar que por esa zona transitaba le pusieron su nombre.

¿Pero quién era Santo Domingo?
En principio la historia popular lo recuerda como un hombre bueno y que hacía reír a los más pequeños con sus payasadas. Vestía con un largo saco negro, barba y sobrero, todo con un estilo muy desalineado para los estándares de la época. Además jugaba a marchar como un militar (favor de recordar el dato). Por esto muchos lo rememoran como el payaso sin colores.
Las generaciones de los 50’ y los 60’ lo traen a la memoría con muchísimo cariño, ya que cuando eran niños él alegro su infancia. Fue parte del folklore local y esos personajes que tiene cada localidad, sobre todo en un tiempo en el que no había Internet y el llegar de Traslasierra a Córdoba capital era una odiesa, ya que el camino por el que se transitaba era de tierra. Sí, se vivía un poco más aislado que ahora.
Su bondad es el recuerdo de un pueblo que todavía lo siente presente, pero no todo termina aquí, es necesario mirar la historia a contrapelo…
La otra cara del personaje y el misterio de su muerte
Lo cierto es que Santo Domingo era una persona en situación de calle, sin familia, se desconocía su origen, fecha exacta de nacimiento y quizás hasta su nombre exacto. Hasta su muerte se encuentra llena de dudas…
Su morada era la comisaria local, ya que dormía en un calabozo abierto. Además tenía problemas con la bebida y cuando se ponía muy ebrio la policía lo volvía a su “hogar” tan particular.
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Cuando cayeron las cortinas del terrorismo de Estado en nuestro país la comisaria se volvió un lugar todavía más oscuro.

De los desaparecidos dolorenses solamente hubo uno que fue capturado en su pueblo y se trato de Jorge Alfredo Reynoso, militante gremial y preceptor de una escuela nocturna. El 1 de diciembre de 1976 un grupo de tareas lo baleo en una de sus piernas y nunca más se supo nada de él. Solamente tenía 34 años.
Parte de la ciudadanía asocia la desaparición de Reynoso con la misteriosamente muerte de Santo Domingo. Aparentemente el personaje dolorense vio “más de lo que debía” y por su inocencia sería difícil de hacer callar. Olga López, cuñada de Reynoso, le comentó a la Voz del Interior en el año 2009, que ella apunta a que Santo Domingo murió por las patadas que recibió por “ver lo que no debía”.
Santo Domingo pasó demasiados meses en la morgue porque nadie lo iba a reclamar. Hombre de todos y a la vez de nadie.
Lo cierto es que en el Registro Civil de Villa Dolores, figura un acta de defunción a nombre de Félix Olmedo (nombre que presuntamente se trataría del real de Santo Domingo) con fecha el 5 de mayo de 1978 y poniendo que la muerte fue un 22 de enero del mismo año. Mientras que los espacios para nombres de los parientes, edad y otros datos figuran con la palabra “ignora”. Todo el papeleo lo realizó acción social del municipio.
Los hechos aparentan que murió más de un año después que Reynoso, aunque es difícil entender porque su acta medica fue firmada cinco meses con posterioridad de su muerte. El artista local José Luis Serrano duda mucho de la fecha, ya que él le compuso una celebre canción posterior a su muerte y ya se cantaba en los escenarios locales desde 1977. ¿Cómo se explica que su canción homenaje póstuma fuera antes de 1978?
Los organismos de Derechos Humanos de Villa Dolores consideran que Santo Domingo fue una victima del terrorismo de Estado.
Repensar la historia
Seguramente muchas veces recordamos el pasado de nuestras vidas con alegría y pensando que lo de antes fue mejor. Es algo normal, idealizamos el pasado porque escondemos las emociones negativas.
El problema es que si aplicamos esto a la historia general terminamos en un serio problema: perdemos la memoria y corremos el riesgo de cometer los mismos errores de nuevo.
El declinismo es el término utilizado para referirse a la creencia de que todo lo de antes fue “mejor”. Esto es un pensamiento peligroso, ya que es un caldo de problemas. Por estas cuestiones los nacionalismo conservadores pueden terminar tomando el poder suponiendo que “volverán los tiempos gloriosos”. El fascismo italiano tenía como fin restaurar la gloria del Imperio Romano. Los ejemplos políticos actuales sobran y se los dejo a usted.
Por supuesto que Santo Domingo debe haber sido una gran persona, que alegraba a los grandes y chicos sin pedir mucho a cambio. ¡Qué corazón tan enorme! Luego de hacer reír a cientos de familias volvía en solitario a dormir en la cama de una fría celda.
¿Entonces? La invitación es qué también veamos lo siguiente: un hombre sin hogar, una familia ausente, con problemas con la bebida y una muerta dudosa.
Con esto no quiero quitar la imagen de que fue una buena persona o un personaje amable, sino invitar a que pensemos al individuo en su totalidad. Claro, sin caer en las idealizaciones del pasado mejor.
Me parece excelente recordarlo con un paseo, pero la memoria no deber ser selectiva en cuestiones tan sensibles como la situación de calle y el terrorismo de Estado. No hay que romantizar la pobreza y la violencia estatal.
Por eso, en vez de poner solamente su nombre recordemos los claros de su personalidad y los oscuros de como el Estado lo (mal) trato.
El ejercicio de la memoria debe llevar indefectiblemente a decir a la entrada del paseo gastronómico: aquí se homenajea a un gran hombre, víctima de un Estado que estuvo ausente y luego apareció para hacer desaparecer.