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Tokio 2020: el éxito ya no se mide en medallas

La cultura del deporte cambió. Sacrificio desmesurado, desconexión del contexto y exigencia ilimitada ya no son características con las que los deportistas se identifiquen. En esta nota, algunos cambios que se hicieron visibles durante los Juegos Olímpicos. Por Florencia Corradini La pandemia que azota al planeta produjo un quiebre cultural tan rotundo, que los cambios […]

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La cultura del deporte cambió. Sacrificio desmesurado, desconexión del contexto y exigencia ilimitada ya no son características con las que los deportistas se identifiquen. En esta nota, algunos cambios que se hicieron visibles durante los Juegos Olímpicos.

Gimnasta estadounidense Simon Biles. Foto: EFE.

Por Florencia Corradini

La pandemia que azota al planeta produjo un quiebre cultural tan rotundo, que los cambios que se manifiestan en los distintos ámbitos se hacen cada día más visibles.

Los Juegos Olímpicos constituyen uno de los eventos más representativos del deporte mundial. Los hechos y expresiones de algunos deportistas durante la competencia,  son el claro ejemplo que el mundo ya no es el mismo.

Hace apenas algunos años, hubiera sido imposible que un deportista se refiriera explícitamente a su salud mental como consecuencia de no alcanzar el resultado esperado; ¿en qué cabeza hubiera cabido la posibilidad que un campeón olímpico diera declaraciones públicas sobre su sexualidad? ¿Cuál hubiera sido la condena social si un equipo femenino de gimnasia artística hubiera estrenado un uniforme contra la sexualización para una de sus presentaciones?

¿Y qué hay del éxito? Si se pensaba en potencias mundiales a nivel olímpico como el caso de Estados Unidos, Rusia o China sólo se podía imaginar una sinfín de medallas colgando de la figura de ciertos deportistas que sólo especialistas, fanáticos o aficionados conocían en profundidad. Durante esta edición de los Juegos, para muchos participantes el éxito se configuró en la posibilidad de expresarse públicamente bajo ciertas temáticas tabú o bien, reconocerse como merecedores de participar luego de condiciones de preparación inéditas. 

En definitiva, poder mostrar su versión más auténtica paralelamente al hecho deportivo

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Un ejemplo de ello es el caso de Simon Biles, la multicampeona olímpica considerada por la prensa como la mejor gimnasta estadounidense de todos los tiempos. La atleta indicó que sólo el hecho de poder haber llegado a una instancia olímpica priorizando su salud mental durante la pandemia la hacía sentir mejor. "No somos un simple entretenimiento. Somos humanos, y hay cosas que suceden entre bastidores que también intentamos compaginar con el deporte", declaró públicamente.

Ahora, esta actualización del concepto de deportista exitoso aún no aplica en el vocabulario virtual de los haters. Atletas argentinas como el caso de la nadadora Delfina Pignatello o el plantel del seleccionado femenino de vóley conocido como Las Panteras, recibieron comentarios negativos (y destructivos) en sus perfiles de redes sociales. 

Nadadora argentina Delfina Pignatello en Tokio. Foto tomada de sus redes sociales.

Se supone que sus cuentas personales son las herramientas para visibilizar sus actividades y conseguir alianzas con marcas que permitan financiar sus carreras. En estas instancias, terminan por convertirse en un boicot a la motivación.

Los primeros Juegos Olímpicos post pandemia nos traen una lección. El modelo del sacrificio desmesurado caducó. Ya no importa sólo el medallero. Las condiciones de preparación merecen atención. Dicen que a la historia la escriben los valientes. Quizá esta generación de deportistas sea recordada por animarse a decir realmente quién es.

Cristian Dominguez

Redactor y co-productor de contenidos para el sitio web y las demás plataformas de El Resaltador.
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