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Tapirema, la aldea de los sueños: El fútbol femenino en la comunidad indígena brasileña

"La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos, y el horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar" dijo una vez Eduardo Galeano. Pero en una comunidad indígena al sur de São Paulo, la utopía no hace caminar a […]

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"La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos, y el horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar" dijo una vez Eduardo Galeano. Pero en una comunidad indígena al sur de São Paulo, la utopía no hace caminar a sus mujeres, sino correr y con una pelota en los pies.

Foto: APN

A 135 km de la ciudad de Sāo Paulo está la Aldeia Indígena Tapirema, una comunidad indígena tupi guaraní en la que habitan sólo 12 familias y sus 30 personas. Esta aldea se encuentra en el municipio paulista de Peruibe, entre un lago, el mar y custodiado por decenas de palmeras. Y a 12.000 km de las costas paulistas, está Auckland, una de las sedes de la próxima Copa del Mundo Femenina.

Guaciane da Silva Gomes tiene 31 años, es líder de su comunidad, maestra y encargada de la educación escolar indígena, mamá de Graciele y Franciele, esposa del cacique, estudiante de enfermería, y como si fuera poco, jugadora de fútbol. Básicamente Guaciane es la todocampista de la aldea, esa jugadora que genera, propone, produce y aporta al equipo. 

En la comunidad, trabaja con el turismo, las artesanías y la constante promoción de la cultura indígena local. Y en la cancha, obviamente juega de mediocampista ofensivo. Comúnmente en las comunidades indígenas de Brasil, las mujeres son las encargadas de liderar a sus habitantes y de tomar las decisiones. Pese a eso, aún así sufrieron la discriminación y las prohibiciones de jugar al fútbol por el simple hecho de ser mujeres. Pero afortunadamente muchas cosas cambiaron, y no dejan de cambiar. Y da Silva, con la cinta de capitana bien ajustada en su brazo, es la artesana de crear esos nuevos mundos posibles.

En un potrero de arena, rodeado de palmeras y con olor a mar, Guaciane juega al fútbol con sus compañeras de la aldea en el E.C.I Txondarias, su equipo de futebol.

“Juego desde los 12 años aquí en la costa sur de São Paulo. Actualmente estamos disputando una copa, la copa del pueblo, que son campeonatos tanto de fútbol femenino como masculino”, comenta Guaciane da Silva Gomes para El Resaltador. “Esto es muy importante, no sólo hacer deporte, sino confraternizar con nuestros familiares y conocer gente también”. Da Silva, como lo todocampista que es, cuando no hay suficientes compañeras disponibles para un picadito, se une al fútbol mixto con los varones.

El fin de semana pasado, en la Tierra Indígena de Piacaguera, la comunidad indígena del lugar organizó sus propias Olimpiadas. Con destrezas y deportes originarios, propiciaron un espectáculo en el que el turismo también participó y aportó a la promoción y difusión de la cultura indígena. La reivindicación de las raíces originarias se materializó con 120 atletas pertenecientes a los pueblos tupi guaraní, guaraní y fulnio. 

La copa de ellas: la esperanza hecha ilusión para la próxima Copa del Mundo en Brasil

Pese a las distancias y a la vida misma de la aldea, aislada de las grandes ciudades y libre del smog citadino que nubla las calles, las mujeres de Aldeia Tapirema están al tanto de la próxima Copa del Mundo Femenina de este año en Oceanía, y se abrazan a la ilusión de que Brasil sea próxima sede para el Mundial 2027. 

“Para mí, que Brasil sea la casa del fútbol, ​​significaría visibilidad y empoderamiento femenino dentro de nuestro país. También fortalecería nuestro fútbol femenino, al que vemos crecer cada día más. Le daría oportunidades a estas niñas y mostraría unidad”, afirma Guaciane con respecto a que Brasil albergue el próximo Mundial Femenino. 

También cuenta que sus referentes en el fútbol son Marta, Cristiane y Tamires, y no descarta la chance de conocer un estadio de fútbol por primera vez. “Me gustaría conocer el Morumbi de Sāo Paulo o el Vila Belmiro del Santos”, agrega.

Guaciane sigue los partidos del equipo femenino del Sāo Paulo, time del cual es hincha. Se informa de la actualidad de las paulistas mediante Instagram o Google, ya que no tiene acceso a los partidos de la televisión.

Las mujeres de la aldea no sólo sueñan con una Copa del Mundo Femenina en su país para poder conocer un estadio o ver de cerca a sus ídolas, sino también entienden del aporte que significa para ellas en cuanto a la visibilidad. De hecho, en la comunidad indígena, las mujeres juegan al fútbol gracias a la difusión y al crecimiento de la disciplina en Brasil y a nivel global, que de hecho, su selección nacional es potencia mundial.

Entonces, ¿Cómo podemos seguir creyendo que “a nadie le importa” el fútbol femenino si hasta en las comunidades indígenas más aisladas en las costas brasileñas las mujeres lo practican?

FOTO: INSTAGRAM GUACINE DA SILVA

Ser organizadores de un Mundial también seguiría abriendo más puertas a las niñas que nacen con una pelota bajo el pie. Eso ampliaría el abanico de oportunidades para las mujeres de la aldea y de todo Brasil. Y de forma paralela, sus derechos y libertades de practicar el deporte rey.

“Las niñas de mi comunidad tienen mucho potencial para jugar a la pelota. No sólo de mi aldea, sino también en la Tierra Indígena Picaguera hay varias que tienen mucha habilidad, juegan mucho y sólo quieren una oportunidad” comenta Da Silva.

“Ellas sólo necesitan una chance de mostrar su fútbol pero no tienen visibilidad. Muchas chicas sueñan con ser jugadoras profesionales, pero no tenemos ese apoyo. Tener esta oportunidad de mostrar nuestro fútbol femenino es muy importante. No sólo escribir juntas esta historia, sino compartir esos momentos de diversión”.

La líder indígena hace hincapié en la falta de oportunidades en la aldea. Como sucede también en Argentina y en otros tantos países, las visorias y pruebas de jugadoras de los clubes se dan en las grandes ciudades y en algunos que otros pueblos. Que un club vaya a la aldea a ver a las mujeres de la comunidad jugando al fútbol, también forma parte de la utopía que corre descalza sobre la arena caliente.

Guaciane da Silva Gomes, como una suerte de mantra, repite que la única finalidad de jugar al fútbol es unir, fortalecer y romper estos prejuicios sobre el deporte. "Estamos aquí y somos capaces de jugar ese jogo bonito y entender sus reglas. El fútbol femenino es un acto de resistencia y autonomía. Y al femenino, heredado de generaciones tras generaciones, cada vez hay que darle más espacio y visibilidad, pero no sólo en las comunidades indígenas, sino en todo el mundo. El fútbol es empoderamiento femenino", concluye.

Entender al fútbol como un elemento del ADN de una sociedad más allá de un deporte, reivindica la esencia sudamericana. De los pueblos de lucha constante y raíces profundas en busca de erradicar la amnesia provocada por las opresiones, y revalorizar la memoria ancestral de estas tierras. Tierras en las que cuando rueda una pelota, laten.

Nuevamente el fútbol aparece como productor de otros mundos posibles, esa fábrica de sueños que trasciende cualquier tipo de cultura y fronteras. Patear una pelota es traer lo utópico a la tierra, y si es en Tapirema, a la arena.

Macarena Jorge Caamaño

Periodista especializada en deportes. Diplomada en la UBA en deporte y género. Me gusta mucho el fulbo. Y sí, Jorge es mi apellido.
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