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Repensar las ciudades desde lo afectivo

Publicado por:El Resaltador

¿Qué es ciudad? ¿Cómo hacemos ciudad? ¿Podemos pensar las ciudades como espacios donde lo afectivo tenga un lugar protagonista? Urge generar espacios de debate e intercambios para reflexionar acerca de la forma en que habitamos los espacios y animarnos a ser más a pensar y construir ciudades más resilientes.  

Ciudad de Córdoba

Por Magdalena Gavier

El 31 de octubre se estableció en 2014 como el día mundial de las ciudades con el objetivo de promover el interés en la urbanización y fomentar la cooperación entre los países para aprovechar las oportunidades. Como todos los años, se propone una consigna para trabajar y compartir experiencias durante ese año; la de 2022 es “actuar localmente para ser globales”.

Para construir el contenido de esta columna conversé con Francina Buonanotte, arquitecta especialista en Diseño Colaborativo. Hoy trabaja en proyectos de impacto en áreas de educación, desarrollo socio territorial e innovación social y urbana, a través del Diseño Estratégico, Metodologías Colaborativas, Juegos y herramientas de Movilización Comunitaria

Pensar ciudades

La conversación con Fran arranca un lunes al mediodía por videollamada. Con mates de por medio, ella se conecta desde Porto Alegre (Brasil) y yo desde las Sierras de Córdoba (Argentina). 

Francina Buonanotte. Foto: Javier Crespín 

Fran es cordobesa, tiene dos hermanas (ella es la del medio). Cursando la carrera se dio cuenta que necesitaba darle una vuelta de rosca a lo que estaba aprendiendo, no quería dedicarse a ser arquitecta, sino más bien experimentar la arquitectura desde un lugar más vivencial y lúdico.

Su curiosidad la llevó a habitar espacios que van desde la educación formal universitaria en la facu de Arquitectura de Córdoba, hasta la espontaneidad de un viaje a Grecia e Italia en un abrir y cerrar de ojos.

Gran parte de lo que sabe, hace y transmite es fruto de los vínculos que fue tejiendo en sus viajes. En resumen: Fran aplica y comparte lo que ya atravesó por su cuerpo, su mente y sus emociones. En lo poco que pude conocerla, creo poder tomarme el atrevimiento de describirla en 3 palabras: curiosa, creativa y colaborativa (y muy manija).

Me parece totalmente relevante contar todo este contexto porque hoy vamos a reflexionar acerca de las ciudades. Y las ciudades, como las personas, también están atravesadas por historias, emociones y vínculos. 

Según la RAE, una ciudad es un conjunto de edificios y calles, regidos por un ayuntamiento, cuya población densa y numerosa se dedica por lo común a actividades no agrícolas. Etimológicamente, la palabra viene del latín y está conformada por la palabra civis (ciudadano) y el sufijo tat (que habla de la cualidad). En su momento, lxs romanxs la usaban exclusivamente para referirse a la ciudadanía romana porque implicaba una diferencia importante respecto de las demás personas: eran libres (tenían ciertos derechos y obligaciones). 

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Hoy en día la definición se ha ampliado muchísimo (y hasta dejado de lado), pero la intención es que las palabras, los conceptos y sus historias también nos inviten a profundizar y reflexionar desde la diversidad. Actualmente, la organización de las ciudades, al igual que sucedía en la ciudadanía romana, está prevista y regulada en pautas de convivencia en las que se prevén una serie de derechos y deberes, y castigos para quienes no cumplan con sus deberes. 

Una ciudad tiene como característica la diversidad entre las personas que la habitan y entre las actividades que se desarrollan y que suponen una concurrencia y recurrencia “doméstica” y no especializada. La ciudad está compuesta por edificios, centros de culto, murales, veredas, canteros, calles con baches, bicisendas, y una infinidad de elementos tangibles. Estos, acompañados de la diversidad cultural y la acción ciudadana, hacen de un lugar “x”, una ciudad. 

Según Fran, las ciudades son un entramado de redes que se superponen; se componen de la materialidad de las relaciones (instituciones, plazas, edificios, etc.) y la inmaterialidad de los vínculos (familias, individuos, organizaciones, colectivos de personas organizadas por un mismo fin, etc.). Ella las describe como redes, energía y movimiento permanente

En este punto quiero traer una referencia interesante que hacía Jaime Lerner, arquitecto y planificador urbano (entre otras cosas) respecto de la forma de habitar las ciudades. Él decía que la tortuga es el mejor ejemplo de calidad de vida, porque demuestra cómo es vivir y trabajar en la misma estructura (salvando las distancias y entendiendo que es una metáfora). 

Cuando vivimos en el mismo lugar en que trabajamos, en que nos divertimos, nos reunimos, etc. inevitablemente cuidamos ese espacio porque es parte de nuestra vida diaria. Nos resulta natural involucrarnos, ser personas activas y más colaborativas. Y, siguiendo con el ejemplo de la tortuga, no sería posible separar a la tortuga de su caparazón porque ésta muere. Y precisamente eso sucede cuando separamos a las ciudades de sus actividades y su gente: las terminamos matando.

Urbanismo afectivo

Hablar de este término es una forma de nombrar lo intangible, lo inmaterial que mencionaba Fran de los vínculos que componen a los tejidos y procesos urbanos, al igual que lo hacen los edificios y las calles. Y es que así como las personas habitamos los espacios, éstos nos habitan a nosotras: desde los sentimientos que tenemos hacia los lugares, la memoria celular afectiva que guardamos sobre ellos y la posibilidad tangible de resignificar nuestras emociones para habitarlos nuevamente con otra mirada. 

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Pensemos en dos ejemplos concretos: siempre volvemos a una plaza porque tenemos cariño, puede que nos recuerde a los momentos alegres que vivimos ahí siendo pequeñxs; evitamos transitar por cierta calle porque alguna vez sufrimos una situación de inseguridad y nos genera miedo y ansiedad; etc. 

Y así es como vamos construyendo infraestructuras aparentemente intangibles entre los espacios visibles. De esta forma, los afectos conforman una cierta ingeniería, permitiendo que el espacio físico sea un lugar donde confluyen y juegan una multiplicidad de emociones. Los afectos son parte del espacio público. 

La movilización de los afectos se ha convertido en una parte integral del paisaje cotidiano en formas cada vez más sofisticadas. Y esto tiene una presencia política que se convierte y se  traslada a una manipulación de nuestros espacios contemporáneos (extraído del texto Urbanismo afectivo).

¿Y cómo se ve un mapa donde convivan lo estructural con lo afectivo? Para plasmar todo esto que suena hasta poético, existen personas como Fran que se dedican al mapeo o cartografía afectiva. Y le pregunté a Fran qué implicaba para ella este proceso de investigación para plasmarlo luego en un mapa. Es un proceso que te invita a salir a la calle, hablar con las personas que habitan ese espacio, preguntar qué sienten por los lugares, buscar relatos, escuchar historias: estar en presencia plena.

Aquí un ejemplo de cómo se ve un mapeo afectivo: se reivindican espacios dedicados a la cultura, al aire libre, nocturnos, a satisfacer necesidades cotidianas, a la gastronomía, entre otros.

Acupuntura urbana

Así como la medicina tradicional china aplica pequeñas agujas en puntos estratégicos del cuerpo para liberar dolores, la acupuntura urbana consiste en detectar pequeños puntos estratégicos de un entramado urbano para intervenir, dice Fran. En este aspecto, es importante reconocernos no sólo como ciudadanxs y no sólo como habitantes de los espacios. Sino desde ambos roles: ciudadanxs que habitan e intervienen con impacto positivo en el espacio y un territorio que habita a esa ciudadanía, que la contiene y transforma. 

En este sentido, la acupuntura urbana propone considerar a las ciudades como organismos vivos, que respiran y tienen identidades propias. De esta forma se propone que en el proceso de regeneración de las ciudades se tengan en cuenta ciertas variables: componente social, equilibrio territorial y accesibilidad. 

Imagen extraída del sitio web de la FAUUNB 

Esta propuesta no es nueva, pero sí me parecía importante traerla para seguir pensando en cómo queremos construir y habitar ciudades, especialmente en la que estamos hoy. Y no es sólo tarea de las personas arquitectas el identificar los puntos estratégicos para hacer acupuntura urbana.

Abro la invitación a reflexionar: ¿qué puntos de dolor observamos en la ciudad que nos gustaría cambiar? ¿Cómo podríamos hacerlo? ¿Qué acciones y/o herramientas están a mi alcance como ciudadanx para hacer ese cambio, o al menos proponerlo? ¿Cómo me vinculo con la ciudad? ¿Qué cuido y qué descuido de mi ciudad?

Derecho a la ciudad

Si a las ciudades dejamos de componerlas de diversidad, y a cambio las fragmentamos en especificidades, dejamos de hacer ciudad y empezamos a habitar y desplazarnos en asentamientos urbanos para cubrir distintas necesidades. La ciudad es un derecho, y es importante no quedar exentos de responsabilidades frente a los efectos del neoliberalismo de mercantilizar los espacios que son del pueblo. ¿O sólo somos ciudadanxs de algunos espacios que nos dejan? 

Urge dejar de fragmentar la ciudad: el espacio público no se compone de pedacitos de asentamientos sino que es un todo, un mismo organismo. Es un espacio de encuentros y de construcción colectiva. De construcción de identidades, de expresión política y de participación. La ciudad dignifica. Es solidaridad y conflicto permanente, es disrupción, pluralidad de voces, intercambio y convivencia. La ciudad es el derecho colectivo de la comunidad

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