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Los hipopótamos van al cielo

La aparición de un misterioso hipopótamo en las playas de Mar del Plata desata el pánico y desnuda las peores miserias humanas… ¿Quién es? ¿De dónde salió? ¿Qué pasado delictivo estará ocultando? La identidad del animal será la base para la construcción de un enemigo público. Por Cristian Montú El cuento empieza con un hipopótamo […]

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La aparición de un misterioso hipopótamo en las playas de Mar del Plata desata el pánico y desnuda las peores miserias humanas… ¿Quién es? ¿De dónde salió? ¿Qué pasado delictivo estará ocultando? La identidad del animal será la base para la construcción de un enemigo público.

 Playa de Mar del Plata - Fuente: Diario Hoy

Por Cristian Montú

El cuento empieza con un hipopótamo tomando sol en una playa de Mar del Plata, nadie sabe cómo llegó hasta ahí ni de dónde vino. Sin embargo la mañana transcurre con normalidad porque el animal no provoca disturbios, los bañistas lo dejan estar.

El pacto implícito se corta cuando una señora desconfiada -siempre hay una señora desconfiada- se acerca a uno de los bañistas y le pregunta, casi increpándolo, "¿está permitido que un hipopótamo descarado tome sol en la misma playa que nosotros? ¿usted le pidió documentos?"

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A partir de entonces la trama se sume en un bucle de histeria y paranoia. La gente comienza a huir de la playa porque ven en ese hipopótamo un enemigo peligroso y vengativo, un auténtico asesino serial. La situación escala y llega la Gendarmería mientras los medios nacionales cubren la noticia. Todo el país está pendiente de lo que sucede en la playa marplatense. 

Las versiones sobre el pasado reciente del hipopótamo circulan entre la gente: que era narcotraficante, asesino a sueldo y abusador. El mismísimo presidente habla en cadena nacional para decretar la pena de muerte contra todos los "hipopótamos desestabilizadores". En la playa los gendarmes le dan el último aviso, o se rinde o se prepara para morir. No hay respuesta y las armas se disparan. Una nube de arena los sobrevuela a todos durante varios minutos.

Cuando vuelve la calma descubren un cartel cerca del lugar donde estaba el hipopótamo que anuncia: "Concurso de modelado en arena: tema libre". Fin. 

Los hipopótamos van al cielo: "Una fila de cuentos" - Fuente: Foto de archivo

El cuento de Adriana Stolkartz apareció publicado en la antología Una fila de cuentos de la mítica colección Libros del malabarista (Página12) y al leerlo me pareció que guarda cierta relación con otros dos libros que hablan sobre muchos temas pero especialmente sobre la identidad o la falta de ella, la salud mental y el trato que dispensa la sociedad, la construcción de la figura del enemigo en base a las identidades de los otros, la salvación que representan (a veces) la imaginación y el recuerdo. 

Ay de mí, llorona

Leí tres veces la misma novela, las tres veces me di cuenta casi en la mitad de la lectura y entonces las tres veces decidí seguir hasta el final. La llorona (Alfaguara, 2015) de Marcela Serrano es la historia de una mujer campesina que se muda a un pueblo, y desde ese pueblo se acerca al hospital de una ciudad cualquiera para dar a luz a su bebé. De un momento para el otro le comunican que la bebé murió, no le entregan el cadáver y la mandan de vuelta con las manos vacías y una sospecha latente.

Las vecinas ven llegar a la mujer sin la recién nacida y entonces empiezan a murmurar, y con palabras y miradas la acusan de asesina, la comparan con la Llorona, protagonista de la popular leyenda mexicana. La mujer, que se ha criado entre el silencio y el trabajo honrado y sin descanso de una familia rural, tiene en mente que las cosas pueden no ser como parecen: “Ser pobre es tantas cosas además de la falta de dinero. Me lo enseñó mi padre en la infancia y lo repitió ahora. Ni él ni mi madre creyeron que estaba loca, ni siquiera errada. No sería la primera vez que a una mujer sin recursos la dejan sin el cadáver de su bebé.”

Ay de mí, llorona: "La Llorona" de Marcela Serrano -  Fuente: Foto de archivo

Convencida de que la engañaron, la mujer emprenderá un viaje de búsqueda y denuncia. A medida que su caso se hace conocido en el país, cada vez más mujeres se le acercan para denunciar situaciones similares. Mientras más lejos llega y más casos de robos de bebés se descubren, más lejana ve la posibilidad de recuperar a la hija robada. Hasta que un día pasa, la encuentra. Entre la gente, ve a su hija e intenta recuperarla sin éxito.

Ese intento de recuperarla le vale una internación en un hospital psiquiátrico, ahora es una loca con todas las letras. Mientras las tardes transcurren entre las cuatro paredes del manicomio la mujer lucha para no perder la cordura, para que la identidad construida no se le borre a base de pastillas y somníferos. Ha recibido una condena atípica por ser campesina y pobre, entonces las sospechas se siguen incrementando, la familia que le robó a su hija debe tener poder y dinero.  

“Ser loco no es ser loco todo el día”, dice para sus adentros la mujer tras ver como la mayoría de sus compañeras tienen momentos de lucidez que suelen volverse insoportables de tan reales. Tanto el lugar como los tratamientos que dispensan son inútiles, no sirven más que para mantener aletargadas a las locas. La única salvación para la mujer son algunas compañeras de lucha que están fuera del manicomio y que quizás podrían ayudarla a escapar para recuperar a la hija robada. 

Historia clínica

Marisa Wagner se reconocía a sí misma como poeta y loca. Probablemente conocida por su participación en la Escuela de Psicología Social que conducía Alfredo Moffat, Marisa pasó largos períodos de su vida internada en neuropsiquiátricos. Y aunque murió prematuramente en 2012, ella sigue viviendo a través de su poesía que le dio un rostro humano a la locura: 

“Si Ud. hace caso omiso / de nuestra sonrisa desdentada, / de las contracturas, / de las babas, / encontrará, le juro, un ser humano.”

Los poemas de Marisa expresan una urgencia que no admite dudas ni disquisiciones. En los psiquiátricos no hay personas, solamente pacientes que cargan historias clínicas y la poeta es una más. Entre mates, cigarrillos y poemas se pasan los días, y por momentos la locura pareciera alejarse: “A veces me aburro de estar loca / y juego a la lucidez, por algún rato.”

Historia clínica: "Los montes de la loca" de Marisa Wagner -  Fuente: Foto de archivo

“Del manicomio uno nunca sabe si sale vivo, entonces hay que ser muy sintético, elemental en ese sentido. Tengo la suerte que no han tenido otras personas, de que además de loca soy poeta…” le decía Marisa a la Revista La Guacha en una entrevista donde reafirmaba esa parte de su identidad que no la avergonzaba pero que sí le preocupaba porque desidia, abandono e invisibilidad estaban/están a la orden del día. 

Los poemas de Marisa Wagner están reunidos en el libro Los montes de la loca (Milena Caserola, 2019). Ahí, en cada página ella sigue presente y más viva que nunca poniendo el dedo en la llaga, esa llaga que la mayoría finge no ver ni sentir…

Y estar loca… 

¿No es una manera -como otra cualquiera- de desaparecer o de morirse?

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