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Lo electoral no respeta límites: sobre el conflicto marítimo entre Argentina y Chile

Es importante que el arco político argentino y el pueblo en su conjunto, sean conscientes de la importancia de la defensa de la soberanía nacional. Por Fer Ortiz, "Es de Politólogos" En las últimas dos semanas, las noticias llegadas desde el hermano país trasandino sorprendieron a propios y extraños al publicarse un Decreto rubricado por […]

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Es importante que el arco político argentino y el pueblo en su conjunto, sean conscientes de la importancia de la defensa de la soberanía nacional.

Por Fer Ortiz, "Es de Politólogos"

En las últimas dos semanas, las noticias llegadas desde el hermano país trasandino sorprendieron a propios y extraños al publicarse un Decreto rubricado por el actual Presidente Chileno Sebastián Piñera que dispone actualizar la Carta Náutica N° 8. Esta legislación establece la extensión de su plataforma continental marítima a partir de las 200 millas contadas desde las islas Diego Ramírez, situadas al sur del Cabo de Hornos, incluyendo áreas marítimas oficializadas como propias por la Argentina ante Naciones Unidas.

No es nuevo, tanto para argentinos como chilenos, volver a rememorar momentos de tensión o discusiones limítrofes entre ambos países. Sin embargo, muchos creíamos que algunos de estos conflictos habían quedado zanjados en un pasado dominado por gobiernos dictatoriales, como aquel sucedido en 1978.

En ese momento, ambos países estuvieron a punto de iniciar hostilidades mutuamente, algo que no sucedió gracias a la intervención del entonces Papa, Juan Pablo Segundo y que terminó con un Tratado de Paz y Amistad firmado en 1984 y luego ratificado – sin objeciones por parte de Chile – en el año 2016 por Naciones Unidas.

En la actualidad, la vocación expansionista de Chile, violando el Tratado de Paz y el decisorio de Naciones Unidas, vuelve a poner en el ojo de la tormenta los históricos y mutuos reclamos limítrofes entre ambos países.

El área ahora reclamada por el país trasandino, no sólo avanza sobre territorio de la plataforma continental argentina, al este del meridiano 67° 16 0, sino que también se intenta apropiar de fondos marinos que constituyen Patrimonio Común de la Humanidad, tal como sostiene la nota remitida desde Cancillería Argentina.

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Es importante aclarar que la intención chilena no es inocente – ninguna acción que avance sobre la soberanía de un país lo es, en realidad – ya que, el área reclamada por Piñera constituye una fuente más que importante de recursos minerales y de hidrocarburos, además de la posible explotación de la pesca y la acuicultura. Todo esto, puede representar miles de millones de dólares.

Otro asunto, no menor, es la intención de proyectar futuros reclamos soberanos sobre la Antártida, otra posible fuente de recursos naturales y donde no son pocos los países que están comenzando a mirar al continente antártico como un futuro lugar de explotación, atento al avance de la depredación natural en el resto del mundo.

Lo electoral como factor desencadenante

Ahora bien, en estos momentos, independientemente del análisis de la cuestión de fondo, que tiene más que ver con el Derecho Internacional Público, lo cierto es que ambos países están transitando por procesos electorales difíciles para cada uno de ellos.

En Argentina, las elecciones de medio término, llegan con la particularidad de una pandemia en curso, un oficialismo que intenta mejorar los magros índices económicos producto de una descomunal deuda externa heredada del mandato de Mauricio Macri y las consecuencias de un año y medio de COVID-19.

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En Chile, la situación es más complicada aún. Si bien sufrieron económicamente los efectos de la pandemia como todo el resto del mundo, esto se dio en medio de un conflicto social que explotó con la gente en la calle y forzando al gobierno de Piñera a hacer – y perder ampliamente - un referéndum para llamar a Convención Constituyente.

La publicación del Decreto Supremo N° 95 del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, coincide en el tiempo con la aprobación del Reglamento de la Convención Constituyente que se viene discutiendo en el país y permite el inicio de la siguiente fase de los debates donde se tratarán los principales temas que el pueblo chileno puso en debate a partir de las masivas manifestaciones del 2019.

Teniendo en cuenta que en noviembre de este año hay elecciones presidenciales donde Sebastián Piñera no puede volver a presentarse y en la cual todo el arco político de la derecha chilena se encuentra totalmente desprestigiada. El impacto mediático del mencionado Decreto Supremo 95, instala en la agenda pública un asunto que exacerba sentimientos nacionalistas que podría ayudar a mejorar la imagen pública de Piñera de cara a las elecciones del 21 de noviembre, desviando e invisibilizando los trascendentales debates que se están dando para reemplazar la heredada Constitución Pinochetista.

Mientras tanto, en Argentina, la derecha se encuentra recrudeciendo su discurso en contra del Presidente Alberto Fernández, intentando ganar votos y mejorar la magra imagen que dejaron luego de los cuatro años de mandato del ex presidente Macri, en donde empeoraron todos y cada uno de los indicadores macro económicos, salvo el de la fuga de capitales.

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En ese contexto, el Decreto de Piñera se terminó de colar en la agenda electoral, obligando al Gobierno argentino, a través de Cancillería, a responder – de manera no tan enfática en un principio – a las provocaciones chilenas.

En paralelo, desde el PRO, partido que forma parte de la alianza Juntos que compite para las elecciones de medio término en nuestro país, emitió un comunicado que va a contramano de la defensa a la soberanía nacional que se intenta desde Cancillería e invitaba a ambos países a dialogar, en lugar de rechazar de manera enfática los intentos expansionistas de Piñera.

Felipe Solá, canciller argentino. Crédito: Ámbito.

No es casual que la mirada de la derecha argentina sobre las cuestiones de soberanía sean laxas y poco convincentes. Desde aquella famosa frase del ex Presidente Macri afirmando que las Malvinas eran un gasto más, hasta la supuesta chicana de la actual Presidenta del PRO, Patricia Bullrich, diciendo de manera jocosa que podríamos entregar las islas a cambio de vacunas Pfizer.

Ahora bien, estas muestras de desunión de los principales arcos políticos argentinos ante este hecho puntual, sólo contribuyen a mostrar hacia el exterior una postura frágil que puede perjudicar a la Argentina. Así lo expresó el comunicado del Canciller Solá acusando a la principal oposición de “dejar de lado los intereses de la Patria”.

Los límites de lo electoral y la grieta soberana

Como país, la Argentina debe unirse en todo su arco político para alzar una única voz en defensa de los derechos soberanos del país, que no le pertenecen ni a uno ni a otro partido político. A veces, parecería que la defensa de los derechos humanos, la reivindicación de la soberanía en Malvinas o la protección de los límites, son meros discursos populistas.

Los hielos continentales, la plataforma marítima, los recursos estratégicos cordillerano o las fuentes hídricas con las que cuenta el país, son un patrimonio de todos sus ciudadanos y son la garantía de una posición geopolítica única a futuro.

Los recursos del mundo se están agotando, estamos próximos a una nueva crisis en los modos de acumulación capitalistas que ya están dejando de ser las típicas que se veían en el Siglo 20 pasado donde eran crisis cíclicas, para pasar a ser endémicas y permanentes debido a la constante necesidad de expansión de las principales potencias mundiales en conjunto con sus multinacionales. Ante eso, los países emergentes deben aferrarse a la defensa de su soberanía y recursos naturales, y ante eso, no debe haber grieta posible.

Nuestro país se debate en la famosa y promocionada “grieta”, algo que tomó especial relevancia en los últimos quince años, y donde distintos sectores políticos abogan permanentemente en una solución por el bien de todos los argentinos. Algo que sucede en el ámbito del discurso, pero no en los hechos; y esto no es por falta de voluntad política, sino más bien por dos modelos de país totalmente distintos.

Principales dirigentes de los dos modelos políticos antagónicos de Argentina.

Una grieta que nació el mismo 25 de mayo de 1810 y que al día de hoy sigue más firme que nunca. La defensa de la soberanía, debería ser uno de los puntos superadores de esta grieta, algo que se intentó – y casi que se logró, al menos en la faz del discurso público – por varios años, sobre todo en la cuestión Malvinas. Pero hoy, con un recrudecimiento de la violencia política en la que estamos, con la derecha cada vez más radicalizada, vuelve a ser un débil eslabón.

Es importante entonces que el arco político argentino y el pueblo en su conjunto, sean conscientes de la importancia de la defensa de la soberanía nacional, para así, evitar lo que Arturo Jauretche afirmaba cuando decía que: “Pero se sigue adoctrinando sistemáticamente en la enseñanza de la historia para lo cual los réprobos son los que defendían la soberanía y los próceres los que la traicionaban para fines institucionales”

Cristian Dominguez

Redactor y co-productor de contenidos para el sitio web y las demás plataformas de El Resaltador.
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