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La costura, el oficio más lindo del mundo

El 14 de Octubre fue el día de la costurera, mi columna va dedicada a quienes trabajan en el rubro y a quiénes lo eligen como oficio.  Por Sol Cortez El oficio de costura existe desde el origen de la humanidad. Si bien no siempre se cosían las prendas, es posible asegurar que hace 200.000 […]

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El 14 de Octubre fue el día de la costurera, mi columna va dedicada a quienes trabajan en el rubro y a quiénes lo eligen como oficio. 

Una niña hilandera en Mollahan Mills, Newberry, Carolina del Sur, en 1908. Lewis Hine / National Child Labor Committee

Por Sol Cortez

El oficio de costura existe desde el origen de la humanidad. Si bien no siempre se cosían las prendas, es posible asegurar que hace 200.000 años se encontraron las primeras agujas, lo que demuestra el tiempo que este oficio nos acompaña. 

Desde siempre este oficio ha sido transmitido por mujeres de todo el mundo, algunas aprendieron de manera más artesanal y otras dentro del sector industrial. Pero podemos asegurar que es profundamente femenino. 

La industria de la indumentaria es la segunda más grande del planeta y produce esencialmente con mujeres, que al mismo tiempo están muy empobrecidas. Esto sucede desde la Revolución Industrial, una foto muy ilustrativa es la de Lewis Hine, fotógrafo y documentalista que se dedicó a registrar la explotación infantil en las surgientes industrias. Una de sus fotos más reconocida es la niña hilandera. Impacta ver como pequeños y pequeñas trabajaban largas horas en esas imponentes maquinarias. 

La situación en Argentina no era muy distinta. La información que arroja uno de los primeros censos que se hicieron en nuestro país muestra que para el siglo XX el 15% de las mujeres trabajaba en talleres familiares e industria, siendo los 12 años la edad de inicio para esa actividad. Éstos números además nos indican que desde siempre el sector ha desempeñado está tarea de forma precaria y en la informalidad.

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Si bien han pasado cien años, el oficio de costura sigue habitado mayormente por mujeres, principalmente mujeres pobres. Que encuentran en este oficio, conocimiento que no necesita de títulos, sino de la experiencia y la oportunidad de que con esta técnica se pueda vivir y paliar la pobreza. 

La costura, oficio noble si los hay, puede inundar de sabiduría ancestral cualquier espacio. Este saber se ha transmitido de generación en generación, de mujeres a mujeres; que en la necesidad de vestirse y vestir a la familia cualquier trapito que diera vueltas por ahí se convertía en el más fino vestido. No existía camisa sin botón, ni cierre descosido, todo se reparaba. 

Arroz con leche me quiero casar con una señorita de san pirula, que sepa coser, que sepa bordar, que sepa abrir la puerta para ir a jugar… ¿No es acaso la costura el mejor de los juegos? El secreto de cualquier oficio son las manos, habilidosas y laboriosas que buscan crear, enseñan valores: la resiliencia y perseverancia, lidiar con la frustración y aprender una técnica; todo esto hasta que conseguimos armar esa prenda que tanto soñamos. 

Pero al mismo tiempo es difícil encontrar costureras que se dediquen al oficio de manera gratificante, es decir son muy pocas las que pueden ser productoras de su fuerza de trabajo, más bien son más las que se dedican a trabajar para marcas y empresas que pagan salarios bajísimos. 

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En Argentina si bien está lleno de costureras, la mayoría trabaja en la informalidad. En los barrios los talleres se arman en las casas y los sostiene toda la familia. Toman trabajo a destajo ya que lo que se paga es muy poco, son horas las que pasa una costurera sentada en su máquina para poder llegar a un sueldo mínimo. La industria del vestido en nuestro país no ha sido de la más prolífica, inmigrantes de Europa fueron quiénes trajeron los conocimientos de moldería, costura y sastrería; con el tiempo se fueron asentando pequeños tallercitos y fueron pocas las grandes industrias. 

Con el auge del neoliberalismo las pocas superficies grandes de talleres se hundieron con el dólar uno a uno y la posibilidad de comprar importado.  El mundo y el consumo se volvieron cada vez más rápidos, y la ropa descartable, ya nadie buscaba arreglar si se podía comprar nuevo y barato. 

Pero la crisis de 2001 irrumpió y algo se reconfiguró. Las obreras de Brukman Textil tomaron la fábrica y armaron la Cooperativa de Trabajo Textil 18 de Diciembre. Dando lugar a un nuevo capítulo, la posibilidad de producir de forma colaborativa y sin patrones. Actualmente son cientos de cooperativas a lo largo y ancho del país que potencian las economías regionales y se alían a otros sectores para crear conciencia e impacto social. 

Toda esta situación afectó en lo cotidiano y el que era un oficio muy común se volvió algo lejano. Hasta la década de los 90 en toda casa había una máquina de coser y madres y abuelas sabían del oficio. 

Pero con el paso del tiempo y la irrupción de grandes conglomerados de ropa y moda, comprar ropa a precios bajos y deshacerse de ellos resultaba lo más fácil. Moda tras moda, temporada tras temporada la ropa se volvía descartable. Pero esto también empalmo con un sentimiento generalizado de las mujeres de liberarse del yugo del “saber hacer” que el arroz con leche nos enseñó. Liberarse de las cocinas y máquinas de coser, para ocupar su tiempo en otros intereses. 

En la actualidad vemos que producto de las consecuencias sobre la sobreproducción de indumentaria, conocer también sobre las condiciones en las que viven y trabajan costureras en todo el mundo. Son más las personas que deciden aprender a coser, conectar con ese oficio y sentir que pueden hacer su propia ropa, entendiendo el valor que eso significa. Este es un camino, también lo es reconocer el trabajo de miles de costureras en el mundo. En su día y en todos gracias por mover el mundo… y también por pararlo cuantas veces sea necesario, para que lo que sea necesario cambie de una vez.

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