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Instrucciones para esperar el año nuevo

Hemos sobrevivido a la navidad bajo la certeza de que mañana será un nuevo día, más cercano al final del año que con ansioso brío queremos dejar atrás. Por Stefanía Coggiola Ha pasado la navidad. Hemos hecho los esfuerzos debidos, hemos sido amables, hemos dicho al llegar las doce feliz navidad. Hemos mirado a los […]

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Hemos sobrevivido a la navidad bajo la certeza de que mañana será un nuevo día, más cercano al final del año que con ansioso brío queremos dejar atrás.

Por Stefanía Coggiola

Ha pasado la navidad. Hemos hecho los esfuerzos debidos, hemos sido amables, hemos dicho al llegar las doce feliz navidad. Hemos mirado a los ojos y hemos sabido esquivar las miradas insidiosas. Hemos sobrevivido bajo la certeza de que mañana será un nuevo día, más cercano al final del año que con brío queremos dejar atrás. Después de la nochebuena, el amanecer. La luz diáfana que entra por los ventanales, la que anuncia que hay que levantarse, poner el agua para el mate, seguir, aunque por dentro una angustia vieja, mustia, siga haciendo nido año tras año. No sepa porqué está, o sí, evite recordar las razones, sea inocente con usted, piense: ya pasará. Sienta que a medida que pasan los días, algo cambia, muta, usted es su propio monstruo y se transforma con la austeridad de los días cubiertos de intenciones infames que usted no soporta. Fabule que en el campo estaría mejor, pero recuerde, de inmediato, la inmensidad insoportable de los llanos. En la ciudad se está mejor, con los bloques de cemento operando como bordes de contención. Recuerde que le gusta mirar hacia arriba, busque dibujos infantiles en las nubes que le provoquen un momento brutal de alegría. Asómbrese de su obstinación, dígase, no lo puedo creer, como año tras año, siento lo mismo. Tenga la respuesta en la punta de su lengua bífida e ignórela como hace con lo que no quiere enfrentar. Deje que los recuerdos aparezcan, no haga nada con ellos, transítelos con quietud, con parsimonia. Habite el presente, sienta como cambia su piel de animal y va dejando los jirones muertos a cada lado de su cuerpo. Sienta el tiempo detenido, sienta que se quedó sin combustible. Sepa que encontrará pronto el pozo de agua fresca que le devolverá las flores, el aroma a jazmín, las ganas de cocinar, de tocarse. Lea para sobrevivir. Escuche sus temas preferidos, esos que le dan un subidón inmediato. Acepte a sus muertos, no intente dejarlos afuera de la época navideña, será en vano. Recuerde las manos de su madre, su beso tibio en la mejilla. La distancia fría de su padre. Compréndalos como nunca antes lo hizo. Use su máscara preferida, la que le permita transitar los días sin hacerse tanto daño. Aférrese al amor honesto más cercano, beba de él como la fuente genuina que es. Escriba en un papel este fragmento de Los llanos, la última novela del escritor cordobés Federico Falco: “Cada mañana, algo parecido a la desesperación. Me repito una y otra vez que hay un tiempo para cada cosa. Un tiempo para la siembra. Un tiempo para la cosecha. Un tiempo para la llovizna. Un tiempo para la sequía. Un tiempo para aprender a esperar el paso del tiempo”. Se aproxima el año nuevo, con impavidez, espere. Recurra a su lucidez, será su arma noble, su talismán de fuego. Haga lo que pueda. Haga lo que pueda. Haga lo que pueda. 

Cristian Dominguez

Redactor y co-productor de contenidos para el sitio web y las demás plataformas de El Resaltador.
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