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¿Dónde encajan los videojuegos en la cultura?

Un acercamiento necesario hacia el pasado, presente y el futuro de los videojuegos y cómo podemos usarlos a nuestro favor. Por Irene Molina Solía ser algo frecuente hablar de los videojuegos desde una perspectiva simplista e infantil. Incluso se suele asociar al jugador con un perfil antisocial vinculado a comportamientos que no encajan dentro de […]

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Un acercamiento necesario hacia el pasado, presente y el futuro de los videojuegos y cómo podemos usarlos a nuestro favor.

Los videojuegos toman un color distinto, si se los examina desde una perspectiva de cultura.

Por Irene Molina

Solía ser algo frecuente hablar de los videojuegos desde una perspectiva simplista e infantil. Incluso se suele asociar al jugador con un perfil antisocial vinculado a comportamientos que no encajan dentro de las prácticas sociales más comunes. Pero no es novedad que hoy en día, la industria de los videojuegos trae propuestas diferentes que distan de ser inocentes o ser sólo entretenimiento, tanto para los diseñadores, como para los jugadores. 

Los juegos como definición existen hace mucho tiempo. Fueron creados como una forma de pasatiempo y un método de distracción, habitando escenarios que nos permiten un mayor control y la comprensión del uso de aptitudes o facultades que no tenemos, logrando cosas que en la realidad suelen ser imposibles.

Nos mantienen inmersos en mundos o dinámicas que nos impulsan a buscar soluciones, resolver objetivos o cumplir una meta de forma inmediata. Algo que pocas veces podemos obtener en la cotidianeidad y donde encontramos muchas veces la felicidad y satisfacción. Inclusive a pesar de haber perdido, porque eso nos incita a querer seguir jugando, aprendiendo de nuestros errores y generando nuevas estrategias o formas de interactuar en el juego.

Millones de personas en el mundo están en contacto con otros universos virtuales. A través de ellos se comunican, se reúnen, aprenden y atraviesan experiencias emocionales. Y es que además del entretenimiento, de las infinitas historias y mundos por descubrir, empiezan a aparecer temas que hablan de salud mental, de duelos, de vínculos, de impacto ambiental, con perspectiva social y mucho más. Comienzan a construirse narrativas significativas para el jugador, contrarrestando aquello que se suele pensar de los videojuegos. 

Los videojuegos enseñan formas de adaptarse a situaciones, a su vez, que se han convertido en nuevos espacios de socialización.

Hay una idea recurrente sobre el daño que pueden causar de forma excesiva porque eso nos disocia de la realidad. Sin embargo, es importante detenerse y contemplar el avance de esta industria que se impone a través de distintas plataformas y que es inevitable. Cuando podemos ser conscientes de esto y observar cómo accionan los juegos y lo que generan en las personas, se puede presentar una mirada constructiva para poder sacar el mejor provecho de esta práctica

Así como hay personas que encuentran un canal para poder comunicarse o encuentran nuevos escenarios para sociabilizar, hay otras que pueden reflejar el pensamiento estratégico en otras prácticas de la vida, y solo puedo decir: es por ahí. 

Después de muchos años de experiencia jugando y otro poco trabajando en la industria, me ha quedado claro que los videojuegos son efectivamente una pieza de la cultura como cualquier libro, producto audiovisual, etc. La diferencia está en la interacción que se genera con el espectador/usuario y ahí radica su valor más grande.  

Digo esto, conscientemente y mirando hacia atrás, pensando en aquellos videojuegos que arrastran una gran historia. No solo desde la innovación tecnológica, sino también hablando de aquellos que marcaron generaciones como “Mario Bros”, “Prince of Percia”, “Mortal kombat” (por nombrar algunos desde mi experiencia dentro de cientos), en paralelo a grandes películas, series de televisión o dibujos animados, que nos atraviesan de la misma forma por sus personajes y narrativas.

En los arcade se desarrollaron los primeros torneos y competencias de videojuegos. Hoy, los e-sports, congregan a millones de jugadores.

Tuve el privilegio de crecer con una computadora y un padre que me acercó a los videojuegos desde muy chica. Dos cosas que agradezco, porque no supe hasta ahora lo mucho que estos juegos hicieron por mí, la forma en que pude digitar mi niñez y mi adolescencia a través de esas historias que protagonicé. 

Entonces pienso en ese recorrido, en lo mucho que aprendí y disfruté para poder decir que la industria de los videojuegos encaja de forma crítica en la cultura actual y en las personas desde el entretenimiento, el aprendizaje y la creatividad. 

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El abanico se despliega y vemos cómo nuestra cultura en transformación se traslada en pedidos concretos como la perspectiva de género, mayor presencia femenina en equipos de trabajo y de competición de deportes electrónicos. Se los dice quien escribe esta columna. Porque como mujer me costó mucho tiempo encontrarme en esta escena machista (entre muchas otras) para transformar este espacio en militancia personal para que sea seguro e inclusivo para quienes quieran vivirlo.

Estamos atravesados por esta rama cultural de forma continua y evolutiva, algo que no podemos negar y a lo que no nos podemos negar, porque hoy es una herramienta muy poderosa que nos puede ayudar a ver de otra forma la realidad e incluso, ¿por qué no?, ayudar a cambiarla. 

Los juegos nos dan algo que hacer cuando no hay nada que hacer. Por eso los llamamos “pasatiempos” y nos parece que son poco menos que banales accesorios destinados a llenar los intersticios de la vida. Pero son mucho más que eso. Son la clave del futuro y en la seria asiduidad con ellos también resida hoy nuestra única posibilidad de salvación”.

Bernard Suits, The Grasshopper. Games, Life and Utopía.
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