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Cárceles: más allá de los límites

Inseguridad, una palabra que se repite en medios y charlas cotidianas. El Estado, ante ésta problemática, ha optado por aplicar medidas de endurecimiento penal, pero los resultados de este paradigma reflejan que el encierro no es la respuesta. Por Emi Urouro En este informe, titulado “Cárceles: más allá de los límites” presentaremos datos en torno […]

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Inseguridad, una palabra que se repite en medios y charlas cotidianas. El Estado, ante ésta problemática, ha optado por aplicar medidas de endurecimiento penal, pero los resultados de este paradigma reflejan que el encierro no es la respuesta.

Por Emi Urouro

En este informe, titulado “Cárceles: más allá de los límites” presentaremos datos en torno a la sobrepoblación en los centros penitenciarios, las tasas de delito y las condiciones de vida de quienes se encuentran privados/as de su libertad.

Una pregunta guía este contenido: ¿El sistema penitenciario actual nos sirve como sociedad? La respuesta es igual de compleja, pero los datos parecen indicar lo contrario, respecto al proceso de reinserción social,  4 de cada 10 personas que son encarceladas ya estuvieron anteriormente en prisión o en un centro de menores.

La sobrepoblación carcelaria, una situación que todo lo empeora

El exceso de población no se refleja exclusivamente en la falta de espacio físico, indispensable para la supervivencia de las y los detenidos, sino que impacta sobre el conjunto de condiciones necesarias para asegurar la vida digna de las personas privadas de su libertad. 

¿Y que nos muestran los datos? Por ejemplo, entre 1997 y 2018 la población población carcelaria en la Argentina creció de manera sostenida.

En 1997 había al menos 29.690 personas detenidas en unidades penitenciarias y en diciembre de 2018, 94.883 . Es decir que hubo un aumento del 219%.

Durante este período, lo población en Argentina aumentó de 35,604,000 a 44,560,000 en 2018. Mientras que la cantidad de personas privadas de su libertad, en esos 21 años, aumentó más del 200%, la población general del país, solo creció un 25%.

El hacinamiento, una de las caras más oscuras de la sobrepoblación

¿Cómo fue vivir en lugares pequeños con tanta gente? Gonzalo, una persona que estuvo privada de su libertad, nos contó que se reducen todos los espacios, desde la ducha hasta los teléfonos: 2 teléfonos para 100 personas. Y al convivir en la misma habitación no hay forma de organizarse: uno quiere usar el baño, la otra quiere comer.

El hacinamiento, compartir espacios reducidos entre varios individuos, es una vulneración a los derechos humanos entendiendo esto no solo como la saturación de las celdas sino también la dificultad al acceso a derechos como la salud y al trabajo.

Dato informativo para tener en cuenta al leer este apartado: El art. 18 de la Constitución Nacional al prescribir que "las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ella, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos mas allá de lo que ella exija, hará responsable al juez que la autorice", reconoce a las personas privadas de su libertad el derecho a un trato digno y humano, como así también establece la tutela judicial efectiva que garantice su cumplimiento.

Pero las celdas, lugares inhóspitos para la humanidad, tienen una estructura totalmente criticable. El entrevistado resaltó que todo está junto: cuchetas, una mesa pequeña, un estante, tenes para lavarte la cara, el inodoro.

 Pero no todo termina ahí. Hay personas que viven en el patio o en otros espacios que originalmente no estaban pensados para ser habitados.

 “Hay unos boxes, donde nos requisan a nosotros para volver a los pabellones cuando terminan las visitas: en esos boxes ya hay internos viviendo, boxes de 1 metro x 1,5. sin cama, sin colchón, sin nada. En los patios donde esperas para ir a esos boxes también hay gente viviendo, con techo de chapa, donde no hay baño, donde no hay nada”

Gonzalo

Una normativa que sirve en papel, pero no en la práctica

En Argentina acceder a datos oficiales sobre la situación de las personas privadas de su libertad no es tarea sencilla, por el contrario, implica una burocracia plagada de obstáculos. Siguiendo esa línea, resulta imposible lograr un sistema penitenciario donde se respeten los derechos humanos.

Ahora bien ¿sabías que tenemos una reglamentación que vela por las personas privadas de su libertad? Es la ley de Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad (24.660 )

La normativa establece, entre otros puntos, que la ejecución de la pena privativa de libertad, en todas sus modalidades, tiene por finalidad lograr que el/la condenado/a adquiera la capacidad de respetar y comprender la ley, procurando su adecuada reinserción social, promoviendo la comprensión y el apoyo de la sociedad, que será parte de la rehabilitación mediante el control directo e indirecto.

Otro punto a tener en cuenta, ordena atender a las condiciones personales de quienes cumplan condena, y a sus intereses y necesidades durante la internación y al momento del egreso.

“Al interno tenés que enseñarle a trabajar, educarlo y capacitarlo, para que pueda desenvolverse y desarrollarse. El trabajo ahí adentro -si trabajás-, no te pagan nada, entonces ¿quién va a trabajar por nada? Por ejemplo, vos cobras 300 mangos por mes, y un yogur en la cantina sale $150”

Gonzalo

Dos artículos merecen ser mencionados, el 58° dice que se implementarán medidas de prevención, recuperación y rehabilitación de la salud y se atenderán especialmente las condiciones ambientales e higiénicas de los establecimientos.

El 59° explicita que el número de internos/as de cada establecimiento deberá estar preestablecido y  no se lo excederá a fin de asegurar un adecuado alojamiento. Todos los locales estarán siempre en buen estado de de conservación.

Mucha normativa, poca garantía de que se cumpla. Gonzalo cuenta como se avasallan derechos humanos, como conviven amontonados, como impacta en su salud las condiciones precarias de vida que atraviesan cuando pasan por las cárceles argentinas.

“Yo tengo asma, a mi me sacaron con dos adrenalinas porque ya estaba ‘para el otro lado’ ¿por qué demoraron? yo tomaba medicamentos, eran caros, y el servicio penitenciario no quería pagarlos, hasta que pasó lo que pasó”

Gonzalo

¿Es el encierro masivo la solución a la inseguridad? 

Los datos, la experiencia del entrevistado - que es similar a la de sus ex compañeros-, parecieran indicar que no. El paradigma punitivista no cumple con lo que promete. El camino debe ser otro.

Cuando dentro de las cárceles hay oportunidades la situación cambia; por ejemplo, entre los presos que pasaron por el centro universitario que la Universidad de Buenos Aires tiene en la cárcel de Devoto, la reincidencia baja al 15%.

Es casi improbable que entornos hostiles mejoren problemáticas como la inseguridad. Las sistemáticas violaciones a quienes están privados/as de su libertad imposibilitan la asignación de tareas laborales, participación en actividades educativas y recreativas, lo que dificulta la reinserción social...entonces ¿Por qué el Estado no comienza a buscar nuevos horizontes? 

Emilia Urouro

Encargada de la redacción de las notas y de generar contenido para las diferentes plataformas del Resaltador. Feminista, popular y nacional.
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