El arte no conoce límites ni idiomas, es algo universal que une la esencia de las personas. Por eso, queremos contarte sobre un tipo de producción que comenzó en Asia.
Por Agustina Bortolon
El manga surge alrededor del siglo XI en Japón, y durante su primera etapa los dibujos mediante el movimiento artístico ukiyo-e (se refiere a dibujos o pinturas realizados mediante xilografía o técnicas de grabado en madera, popularizado durante el período Edo comprendido entre el 1603 y el 1868) se usaban para representar las grandes batallas samurái y sus tácticas bélicas, o diversos sucesos importantes.
No es sino hasta el siglo XIX y comienzos del XX que el manga adquirió mayor popularidad, coincidiendo con la transición de la Edad Feudal a la Edad Industrial, dando paso al manga moderno que resultó una combinación entre las antiguas técnicas y la estética relacionada a la occidentalización de Japón.
De esta expresión artística, más tarde surge el anime, que son los dibujos animados japoneses. Después de terminada la Segunda Guerra Mundial, estas producciones se hicieron más famosas en el resto del mundo.
Un aspecto importante a mencionar, es que en Japón “manga” hace referencia a la historieta en general, pero en otras partes del mundo, se utiliza para referir sólo a historietas japonesas; y su desarrollo en Occidente fue diferente al cómic estadounidense y otras expresiones gráficas, porque cuentan con una trama argumental profunda y compleja, espacios narrativos diferentes y variadas referencias culturales.
Osamu Tezuca es considerado el padre del manga moderno, por la calidad de su producción y la influencia de sus técnicas, siendo capaz de traspasar barreras culturales. Inspirándose en Walt Disney, fue pionero en las ilustraciones de ojos desproporcionadamente grandes, que posteriormente se volvieron característicos de la animación y la historieta japonesa. Una de sus series más icónicas fue “Astroboy”, que fue el primer anime en ser exportado a Occidente.
Puntualmente en América Latina, el anime llega en la década del 70, transmitiéndose en televisión las primeras series dobladas al español en varios países, entre ellos, Argentina. Con el caso de Astroboy, era una historia completamente diferente a la que usualmente se veía, y allanó el camino para que poco a poco distintos animes vayan conquistando la pantalla de los países latinoamericanos.
Durante las primeras dos décadas de transmisión, aún no se denominaba a las caricaturas japonesas con el nombre de anime, sino que se emitían a la par de dibujos animados de producción estadounidense. Algunos dibujos de la época fueron Mazinger, Robotech, Voltron, Lady Oscar, etc, historias con personajes que tenían un fuerte componente dramático, característica que las convirtió en influyentes e interesantes, porque hasta el momento no existía algo similar.
Pero fue recién en la década del 90 que se produce el boom en Latinoamérica, de la mano de producciones como Los Caballeros del Zodíaco, Dragon Ball, Sailor Moon, Los Super Campeones, entre otras. Es durante este período que el género anime se reconoce como tal, diferenciándose de otros dibujos.
A raíz del éxito de los dibujos antes mencionados, surgió el merchandising de las series (muñecos y figuras de acción, figuritas, etc) y se empezaron a subtitular los primeros manga por la Editorial Ivrea en Argentina, y la Editorial Vid y Editorial Toukan en México, distribuyéndose masivamente en esos países y al resto del continente; incrementando su frecuencia durante la década del 2000, cuando empezaron a transmitirse animés tanto en canales de aire como también por canales de cable.
Además, comenzaron a realizarse las primeras convenciones de fans. El doblaje al español fue fundamental para que estas caricaturas tuvieran impacto en países latinoamericanos, sumado al hecho de que a diferencia de los dibujos animados de origen estadounidense, las historias de anime tienen una cuota de drama y una continuidad en el tiempo, es decir, una trama pensada con antelación, con un comienzo, un conflicto, y un desenlace que va atrapando a los usuarios.
Entre otros animes popularizados en América Latina se encuentran Naruto, Yu-Gi-Oh!, Pokemón, Digimon; también las producciones de Studio Ghibli que abrió las puertas a las proyecciones en cine.
Sin embargo, además de lo ya mencionado, otros factores importantes que popularizaron el género en el continente fue que para la época de las primeras transmisiones de animé en televisión, en Latinoamérica no existían muchos estudios de animación con la capacidad de crear contenido original, y además era mucho más barato adquirir derechos de series japonesas que estadounidenses. Por otro lado, mientras que en Estados Unidos series como Dragon Ball y Sailor Moon eran censuradas, en América Latina se emitían con una censura prácticamente nula.
Al mismo tiempo, un hecho fundamental que potenció el éxito y la influencia del anime en esta región, fue la fusión de marcas culturales; por ejemplo la cultura azteca se menciona en algunas series japonesas, logrando un mayor impacto.
Con el auge de internet durante mediados de la década del 2000, el anime fue paulatinamente capitalizado por grupos de personas que gestaron la subcultura “otaku” (palabra que en japonés significa literalmente “tu casa” o “tu hogar”, también se traduce como “tu”, como forma cortés de dirigirse a un extraño), quienes no sólo son consumidores de animaciones japonesas sino además de todo lo relacionado con la cultura nipona, como música, videojuegos, producciones cinematográficas, idioma, modismos, etc.
Esto es una pauta de la gran influencia que tuvo el anime en las sociedades latinoamericanas, generando movimientos culturales y múltiples usuarios aficionados que tienen vigencia en la actualidad y que continúan con el legado que comenzó en Japón muchos siglos atrás.
Con información de www.cultura.gob.ar