Resaltadas

Olor a jabón chiquito

En la entrada de Brinkmann se erigía una construcción que bien podría haber sido un castillo. Algunos años después descubriría que allí funcionaba (y sigue funcionando) un telo. La curiosidad me carcome desde entonces. Por Cristian Montú Entre Porteña y Brinkmann hay aproximadamente 16 kilómetros de distancia, al igual que muchos otros pueblos del interior […]

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En la entrada de Brinkmann se erigía una construcción que bien podría haber sido un castillo. Algunos años después descubriría que allí funcionaba (y sigue funcionando) un telo. La curiosidad me carcome desde entonces.

Hotel alojamiento - Fuente: LM Neuquén.
Por Cristian Montú

Entre Porteña y Brinkmann hay aproximadamente 16 kilómetros de distancia, al igual que muchos otros pueblos del interior se parecen en su fisonomía y en su idiosincrasia pero me gustaría centrarme en las diferencias que van más allá de meras rivalidades históricas. Brinkmann, desde hace algunos años fue declarada ciudad, mientras que Porteña sigue siendo un pueblo que mantiene casi intacta su cantidad de habitantes.

Para ir de un pueblo al otro existe una única empresa de transporte que realiza los recorridos de ida y vuelta. Cuando era chico, el viaje en colectivo parecía durar una eternidad aunque fueran unos pocos minutos. El trayecto estaba compuesto por varios kilómetros de campos sembrados con soja, maíz o trigo según la época del año; a veces algunas vacas cortaban con la monotonía del paisaje.

El enigma que parecía no tener explicación ni respuesta lógica aparente llegaba cuando el viaje estaba terminando. En la entrada de Brinkmann, a un costado de la ruta sobre un terreno poblado de árboles, se erigía una construcción que bien podría haber sido un castillo. Los adultos intentaban eludir la cuestión o respondían burlonamente que en efecto ahí había un castillo. 

Un cartel de neón, la pintura exterior color rosa y varias luces verdes y rojas desmentían de manera indirecta la versión de aquellos adultos pudorosos. Algunos años después descubriría que allí funcionaba (y sigue funcionando) un telo, un hotel alojamiento. La curiosidad me carcome desde entonces, y no porque me interese saber cómo es por dentro ya que sobran relatos de amigas y amigos que lo conocieron. Todos coinciden en que el lugar parece detenido en el tiempo.

Y cuando les digo que es la curiosidad la que me desvela, me refiero a esa semilla del chisme que llevamos inoculada quienes vivimos en pueblos del interior. Chismes y rumores le han dado vida a esta chatura que a veces es insoportable. Hay preguntas sin respuestas, quizás porque no se las puede googlear.

El templo de la lujuria y el morbo

Algunos años atrás, mientras escuchaba Furia Bebé, Señorita Bimbo entrevistaba a Florencia Werchowsky (escritora, periodista y directora escénica) sobre su nueva novela, una historia basada en su experiencia como bailarina del Colón, como al pasar la autora mencionó otro libro suyo. El libro en cuestión narra la vida de Florencia en un pueblo patagónico donde su padre tuvo un telo.

Por más que intenté, no pude conseguir la novela en formato físico y como soy un poco fundamentalista de los libros impresos en papel, no fue hasta este 2022 en que finalmente accedí a leerlo en digital ya que de otro modo seguiría en la dulce espera (y búsqueda).

"El telo de papá" de Florencia Werchosky.

El telo de papá

En varias entrevistas Florencia Werchowsky aclara que la historia que narra su primera novela es ficción, que solamente fue real el hecho central que también estructura la vida de los personajes: su padre construyó un hotel alojamiento en las cercanías de un pueblo. A partir de ahí, ella se encargó de crear una sucesión de eventos que casi pueden sentirse reales, como si uno pudiese encontrarlos a la vuelta de la esquina cuando sale a hacer mandados.

La protagonista de la novela se llama, también, Florencia y comienza teniendo una revelación, tiene ocho años y al besarse por primera vez con su noviecito, a la vista de varios compañeros y compañeras de colegio, alguien le grita que no sea puta y que se vayan al telo de su padre.

A medida que avanzan las páginas podemos ver cómo llegaron a conocerse sus padres, quienes formaban parte del mismo grupo de amigos que reunía en plena dictadura a debatir sobre Perón, Evita y demás asuntos de militancia mientras fingían festejar cumpleaños para no ser molestados por la policía del pueblo. 

Florencia Werchosky para Marcelo Genlote - Fuente: Clarín.

La historia es divertida, tragicómica si se quiere. La familia fluctúa y cambia según vengan las épocas. Es en una de esas épocas que Ñanco, el padre siempre dispuesto a imaginar nuevos proyectos, observa cierto comportamiento en la gente: “...la gente acá tiene relaciones sexuales ante cualquier eventualidad, festeja con el sexo.” y es en ese momento que comienza la peregrinación que culminara en la inauguración del telo, sin embargo no faltaran los problemas que amenacen la empresa.

Mención aparte merece el cameo que hacen dos personajes que definen el espíritu de los noventa: Carlos Menem que llega buscando la unidad del PJ ante una eventual candidatura  y Sergio Denis que es la figura central de un festival que se celebra en el pueblo con elección de reina incluida.

Lo primero es la familia

La novela no es una idealización de la vida familiar, los personajes se muestran con virtudes y defectos, a veces cegados por objetivos que terminan por perjudicarlos a todos en su conjunto, pero sí podemos ver cómo se van gestando vínculos entre padres, hermanos y otros personajes que aparecen desde los márgenes de la sociedad para formar parte de un algo que no los siga dejando de lado. La protagonista observa a su familia reunida y concluye que “No hay complicidad más honesta que la que se tiene entre compañeros de tragedia.”

En el medio, en el día a día, sigue el telo que es el principal sustento económico de la familia y que terminará por hacer realidad aquella profecía que aseguraba que “Sería el refugio de los amantes de la zona, los casados, los infieles, los solteros, locales y de las otras ciudades, los viajantes y los viajeros. Además de un negocio, abriría capítulos en las historias de la gente del pueblo.”

Algunas de las historias que ocurren en la novela bien podrían enmarcarse en el largo pero veloz camino de chismes y rumores de cualquier pueblo: mujeres casadas descubiertas por sus maridos siendo infieles, padres de familia que mueren sobre sus amantes por exceso de Viagra, señoras diagnosticadas con fiebre uterina… Y así podría seguir enumerando pero se hace tarde, las anécdotas en telos nunca se acaban y el tiempo no alcanza.

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