La fotografía de identidad es una forma para que los miembros de la comunidad LGBTQI+ se muestren como realmente son. Este tipo de fotografía brinda la oportunidad de expresarse como individuo, sin temor ni juicio por parte de los demás. Permite que las personas sean vistas y escuchadas, algo que se les ha negado a lo largo de la historia. Imagen, identidad y memoria. Esconderse nunca más.

Por Florencia Dellavalle
La comunidad LGBTQI+ lleva décadas luchando por sus derechos. Hoy cada vez son más las personas que celebran con orgullo su identidad.
Han pasado 30 años desde que se realizó la primera marcha del orgullo argentino el 3 de julio de 1992 con 300 personas que marchaban desde plaza de mayo hasta el congreso. Hoy en día, más de 1.5 millones de personas participan en esta celebración cada año con eventos en toda la Argentina.
La marcha del Orgullo es una expresión de unidad, solidaridad y amor por los miembros de la comunidad LGBTIQ+ y sus aliades. Es también una demostración de la fuerza, educación, escucha y diversidad.

Roland Barthes, en “La cámara lúcida” de 1980, afirma que toda fotografía es un certificado de presencia, un documento que legitima socialmente una constatación incluso de nuestra existencia. Una evidencia de que estuvimos ahí.
Esta propuesta de retratos fotográficos surge de lo que consideramos una necesidad de reflexionar sobre el papel de la fotografía en el proceso de visibilización y la normalización de las identidades queer.
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Estoy documentando momentos en el tiempo, utilizando el proceso de la fotografía analógica, que tiene una esencia especial en este proyecto. Un cuadro a la vez.
Ser testigo es dar testimonio de la vida de los demás mientras cuentan su verdad, en toda su belleza y complejidad.
Siento que estos retratos tomados para la posteridad tienen un poder mayor: revolucionar, ser el móvil social del cambio. Desde otra perspectiva, soy una espectadora silenciosa. Una testigo que cuenta una historia. Que también es mi historia.

Soy una artista que tiene como recurso la fotografía analógica para explorar las relaciones entre el cuerpo, la intimidad y el deseo.
Con estos retratos analógicos, en formato 120, podremos recordar que esta lucha por la igualdad lleva 30 años y aún no ha terminado. Marchar es apropiarse del espacio, traer al presente las injusticias del pasado. Son formas de resistir, de mostrar al mundo que no olvidamos y que sus manifestaciones son una celebración de nuestra diversidad, nuestra historia, nuestro presente y nuestras esperanzas para el futuro.
* Florencia Dellavalle, fotógrafa documental. Córdoba Argentina.