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Cortejo y mercado del deseo: ¿El nivel de producción en las citas tiene algo que ver con el interés?

Las transacciones sexuales y románticas no sólo presuponen actos previos de consumo y se sitúan en estos escenarios, sino que además entrañan a dos personas que se evalúan mutuamente como consumidoras. Por Lic. Noelia Benedetto Hace unas semanas, una seguidora de @lic.noeliabenedetto me pidió que hable sobre el sentido de la estética en las citas […]

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Las transacciones sexuales y románticas no sólo presuponen actos previos de consumo y se sitúan en estos escenarios, sino que además entrañan a dos personas que se evalúan mutuamente como consumidoras.

Por Lic. Noelia Benedetto

Hace unas semanas, una seguidora de @lic.noeliabenedetto me pidió que hable sobre el sentido de la estética en las citas “Acaso soy solo yo la que últimamente conoce a chicos que ni perfume usan? Van a una cita con un short de fútbol. Real??? No pido que sean metrosexuales, pero un detallito. Perfume, barba arreglada y  ropa básica bien combinada. Nada más!!! (NI NADA MENOS)

Ahí surgió el debate, los memes y… se re picó!

Cuestionar las imposiciones (hegemónicas) estéticas

Antes que nada, me parece que en el contexto de lucha por anular/reducir las imposiciones estéticas en las corporalidades para con las socializadas mujeres (medidas, peso, vestimenta, depilación); los chistes humillantes sobre el cuerpo femenino, el gordoodio para las personas con sobrepeso y/o diversidades corporales, la denigración de las mayores, la preferencia por las más jóvenes, la clasificación ordinal por su apariencia física, la fragmentación o recorte del cuerpo feminizado, la búsqueda de estatus mediante la acumulación indiferenciada de compañeros/as sexuales, las jerarquías de valor basadas en la belleza y la delgadez (estrategias muy generalizadas y cotidianas mediante las cuales se devalúa el cuerpo y el yo de las marcadas como mujeres)… frente a todo esto pretender perfume, combinación y barba recortada es un poco complejo, pero cuestiones relacionadas a la higiene básica quizás sí se puedan contemplar. 

Cultura catálogo y sensualidad

Estamos insertos dentro de una cultura consumista que erotiza la promoción y la venta de bienes: Illouz lo denomina capitalismo escópico. Para ella, la "sensualidad" es el resultado de nuevas ideologías sobre la sexualidad como un tipo de mercancía y sobre el yo como una imagen, depende de artículos de consumo para revelar, exhibir y poner de relieve el cuerpo sexual. Apunta hacia el cuerpo (deseable) con atuendos de consumo que se encargan de señalizarlo y evocarlo. Agrega que la sensualidad es más democrática que la belleza, en la medida en que está disponible para una población mucho más numerosa porque no es el resultado de una belleza innata (hegemónica), sino más bien de una autoconstrucción: hace del consumo un elemento permanente y activo de la experiencia personal.

Atractivo sexual como realización económica

El atractivo sexual se establece performativamente por medio de artículos y prácticas pertenecientes a la esfera del consumo y, por ende, es también una realización económica: el montaje transforma el cuerpo en una superficie apta para el consumo visual, como objeto definido por su capacidad para despertar el deseo sexual, se promueve la apariencia exterior como una mercancía comercializable (cultura catálogo), el famoso “no sos fea, solamente sos pobre”. La identidad sexual se inscribe, para Illouz en la estetización de la experiencia cotidiana a través de objetos de consumo, con el cuerpo convertido en mercancía estética y visual.

Las transacciones sexuales y románticas no sólo presuponen actos previos de consumo y se sitúan en escenarios de consumo, sino que además entrañan a dos personas que se evalúan mutuamente como consumidoras.

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El propio mecanismo de las citas fue concebido por la esfera del mercado, junto a los restaurantes, bares, cines, locales turísticos y discotecas como principales escenarios para el encuentro y la interacción. Aquí, el enamoramiento está mediado por una evaluación del consumidor: los gustos y las evaluaciones de consumo estructuran desde dentro la formación del vínculo y el propio deseo, en un proceso que ahonda el sentido de la subjetividad singular.

Todas las categorías sexuales (tanto las preferidas como las rechazadas) son constructos formados por objetos e imágenes de consumo. 

Acá también hay evaluación

Pero lo que determina que una categoría sexual o sensual sea preferida o rechazada es la evaluación. La evaluación ha pasado a ser una praxis empresarial y educativa a social generalizada, extendida a los medios masivos y a las redes sociales, que la ponen en práctica a través de los botones de "me gusta" y "compartir", ha devenido un componente común de la orientación cognitiva, dirigido a la identificación de la estima, con actores que se desempeñan a la vez como evaluadores y como evaluados, de la misma manera en que son consumidores de imágenes (agente de contemplación para Mirzoeff) a la vez que imágenes para la mirada de otros. La sexualización de la personalidad convierte las citas en actuaciones para la evaluación visual.

La evaluación visual se compone de 3 atributos: velocidad, unilateralidad y carácter binario, los cuales se han institucionalizado aún más por medio de apps, que convierten a las personas en perfiles de imágenes para el consumo. La principal innovación de Tinder consistió en promover la velocidad y la lógica binaria (opción de "deslizar la pantalla" hacia la derecha o izquierda). La abundancia de potenciales parejas/vínculos que posibilita la tecnología confiere a la evaluación un carácter formal, afín al de la entrevista orientada a separar con eficiencia los aspirantes apropiados de los inapropiados. Dado que los potenciales candidatos están descontextualizados, extrapolados de sus marcos sociales, los actores se comportan como agentes puramente selectivos y evaluativos, abocados al intento de dilucidar el valor de una persona en un contexto abstracto, que de por sí tiene la forma de una mercancía abstracta. Para Katya y Ralph, el encuentro es una entrevista equivalente a una situación de examen (repleto de preguntas) que se aprueba o se reprueba, sin calificaciones intermedias. 

De la evaluación, a la devaluación y cosificación

La evaluación y su consecuente devaluación son factores ya intrínsecos de la vida sexual. De acuerdo con los filósofos Avishai Margalit y Martha Nussbaum, la cosificación implica relacionarse con los otros de una manera que disminuye su valor, ya sea sobre la base de su apariencia, o bien tratándolos como inferiores, o bien enfocándose solo en el cuerpo (o en partes de él), primordialmente desde una perspectiva sexual. La cosificación no solo implica que nos evaluamos a nosotros mismos y evaluamos a los otros desde el punto de vista de la apariencia corporal y visual, sino también que tratamos nuestro cuerpo como una mercancía situada en un mercado de mercancías similares y competitivamente rivales. El cuerpo deviene un objeto de medición, clasificación y conmensurabilidad. 

Qué es lo relevante

¿Es más relevante la presentación estética que el registro, el respeto, la consideración de la otra persona como subjetividad, la escucha, la empatía, la sensación de complicidad, el humor, la puntualidad? El 81% de las personas encuestadas en mi Instagram coinciden en que es importante la presentación estética de la otra persona al momento de vincularse.

La atracción puede entrar fácilmente en tela de juicio cuando desaparece el montaje o el espectáculo que la posibilitó en primer lugar. Si los objetos de consumo han pasado a ser el contexto implícito del atractivo, también se vuelven equiparables a la personalidad, de modo tal que crean una equivalencia sin solución de continuidad entre los objetos y las personas, en cuyo marco las personas se (d)evalúan como los objetos. La mayor parte de la economía del atractivo visual se basa en la constante renovación de la apariencia mediante la ecuación del atractivo con la moda y la juventud (lo cual explica la prosperidad de las industrias que ofrecen soluciones cosméticas o quirúrgicas antiage). 

Entonces... ¿A mayor producción estética más interés?

El quid de la cuestión parece ser que algunas personas sancionan la inversión de tiempo y dedicación en la producción y el montaje personal estético como un indicador de interés por el otro. Cuando no hay reparo en estos aspectos, el 67% concluyó que no hay interés, ¿es esto así de lineal? 

Santiago Gagliardo (psicólogo y sexólogo) aporta que en ciertas ocasiones las masculinidades apelan al recurso de la “anti-producción” como un mecanismo de defensa ante la posibilidad de “fracaso”, algo así como “al cabo que ni quería”. “Si te producís y ‘fracasás’ en el cortejo, se potencia la sensación de fracaso porque lo diste todo (todo lo que exige el sistema), pero si no te producís no es tan fracaso, porque no te interesaba tanto”. También aclara definir qué entendemos por producción para cada persona, porque hay socializados varones que “se producen” con sus camisetas de fútbol como sus mejores galas.  

No puedo ignorar que en nuestra cultura la imagen es muy importante y que eso modela nuestra identidad erótica, qué nos gusta, qué no, qué atrae, qué deserotiza pero podríamos intentar flexibilizar o al menos cuestionar lecturas tan lineales de a + producción= + interés. Considerando alguna de las múltiples variables que entran en juego. Alguien puede producirse para sí misma y no precisamente para otra. También se puede ir montado a un encuentro que le ponemos pocas fichas. Otra persona puede no hacer un puesta en valor de su capital estético y sí de la otra, o viceversa. 

También en este aspecto se juegan las expectativas e inseguridades de cada une ¿qué alertas me enciende que la persona caiga “así nomás”? ¿Qué impacto tiene en mi autoestima y confianza el hecho de constatar que está montada para la situación, o sea para juntarse conmigo?

Para ir acabando

Estimo que hasta pretender una persona aseada podemos llegar (de acuerdo a nuestra socialización y a sus posibilidades)… los demás pueden llegar a funcionar como agregados en función de construcciones socioculturales. El perfume (¿por qué sí o sí hay que usar perfume?), el tipo de prenda más allá del concepto de tela que te cubra, el tipo de calzado... Después el cómo es cuestión de cada quién y considero totalmente válido que a alguien le gusten más algunas formas de presentación que otras pero no podemos universalizarlas ni imponerlas.

Un 75% de las personas encuestadas coincidió en que les genera malestar cuando alguien tiene recursos para producirse, ponerse otra cosa y no lo hace, por otro lado, el 88% considera que una persona que vaya presentándose gradualmente de manera más informal a las citas se relaciona a que se encuentra más en confianza y se relaja. Las personas con las que nos vinculamos no son un “accesorio” para que quede a tono con nosotras. Si te deserotiza o no es de tu agrado podés tomar la decisión de no estar con esa persona pero no pedirle/imponerle que cambie su presentación. Como mucho sugerirle, pero no más que eso.

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