Yapeyú no olvida. Porque a pesar de que hace varios días falta una vecina, madre, tía, amiga, los recuerdos están vivos: en su casa, la de sus viejos, en el potrero donde jugaba, en los espacios de organización comunitaria en los que militaba, y lo que la barriada grita: «Vamos a juntarnos para pedir justicia».

Por Julio Pereyra, vecino de Yapeyú.
Mientras el morbo de la tele y el «panic show» continúan después de una semana con opiniones innecesarias sobre «dónde apuntaba el arma» según «donde apuntaban las cámaras»; mientras se proponían «querellantes» sin llamar a la familia antes; mientras argumentan vía Twitter; mientras «las internas» salen a flote como por magia; mientras llaman a cualquier trabajador organizado parte «del mal sindicalismo y su mafia»… un barrio no puede hacer su duelo.
No, no puede.
No solo porque la muerte de Gabriela Stefi Pérez se tornó en la fiesta de los «conductores ensobrados», de los «monos mejores pagados» o de la lerda Justicia, sino porque arruinaron una familia que no tiene consuelo y que en medio del sepelio tuvo que evitar que las bolillas siguieran rodando. «Mi hermana era el sostén de su familia», cuenta Gisella, quien se pregunta cómo consolar a su sobrina de cinco años que olvida, recuerda, llora y exclama: «Tía, nunca me voy a olvidar de mi mamá, tengo recuerdos de ella con mi papá».
Denunciando que para precarizar, muchos buscan atajos, su hermana contó que había ido al acto sindical «porque si no, se quedaba sin trabajo». Vuelvo al inicio, ¿serán malos los trabajadores organizados? ¡No! No porque buscan mejores condiciones laborales a pesar de que en la Municipalidad, donde trabajaba Gaby como operaria de limpieza, da concesiones a empresas que le hacían firmar «un contrato cada tres meses».

Mientras todo seguía igual y se «preparaba un operativo policial» para hacer la “asamblea general extraordinaria” previa a las elecciones, que, de no ser porque la Dirección de Asociaciones Sindicales la suspende, hubiera seguido su rumbo. Como cuando asesinaron a Facundo Molares, frente al Obelisco y todos lo vieron, que las PASO no se detuvieron. Me pregunto, ¿una vida vale menos que una elección en curso?
Yapeyú no olvida.
No olvida, porque a pesar de que hace varios días falta una vecina, madre, tía, amiga, los recuerdos están vivos: en su casa, la de sus viejos, en el potrero donde jugaba, en los espacios de organización comunitaria en los que militaba, y lo que la barriada grita: «Vamos a juntarnos para pedir justicia».