Después de meses de negociaciones y conversaciones dogmáticas hasta el cierre de listas, la izquierda como conjunto mostró una fragmentación más pronunciada que la de 2019 y con una mayor pluralidad de opciones antagónicas entre sí en la oferta electoral.

Por Matias Mowszet
Tras la inclusión del MST a la alianza del Frente de Izquierda, que transformó el FIT en FIT-U, por “unidad”, la expresión de la verdadera unidad no lograda fue el Movimiento al Socialismo. Este partido quedó afuera del esquema en 2019, cuándo la urgencia era la de hacer competitiva la opción de izquierda en un momento de retroceso, y volvió a quedar afuera ahora, que la condiciones son similares, tanto la urgencia como el retroceso.
Ya con el liderazgo indiscutido de Manuela Castañeira, el MAS puede mostrar, en su rostro visible, algunas de las características que el público objetivo quiere empezar a ver en las representaciones de la izquierda.
En 2019, Castañeira emergió como la única mujer candidata a presidenta entre las 10 boletas electorales que compitieron en las PASO. También fue, con 34 años, la postulante de menor edad entre las 20 caras que aspiraban a la presidencia o a la vicepresidencia. Por supuesto, ambos datos sobresalientes se convirtieron en eje de campaña, aunque no alcanzaron para superar el piso de 1,5% que exigen las PASO para clasificar a las generales.
La referencia del partido en una mujer joven pretende establecer el contraste con el Frente de Izquierda que, aun sin Jorge Altamira y el sector más “anciano” de su estructura, sigue conservando algunos parámetros que, para la costumbre cuestionadora de las bases izquierdistas, puede resultar contradictoria como la insistencia por llevar a Nicolás Del Caño como cabeza de todas las luchas electorales importantes. Manuela explota esa contradicción y, ayer mismo, dijo que Del Caño es “un machirulo”.
En este contexto es que Castañeira volverá a encabezar la cruzada marginal del MAS en la batalla más importante de todas, la de la provincia de Buenos Aires, que agrupa casi al 40% del padrón nacional.
Córdoba
El MAS cordobés tiene en sus filas a uno de los pesos pesados del partido a nivel nacional. Se trata de Eduardo Mulhall, que fue candidato a vicepresidente de Manuela Castañeira en 2019.
Mulhall encabeza la nómina de postulantes al Senado junto a Elvia Estela Pallero, mientras que el primer lugar de la lista de diputados, objetivamente el puesto con mayor expectación de entrada al Congreso en caso de cisne negro, es para la joven Julia Di Santi.
Los nombres (Mulhall y Di Santi) son los mismos que conformaron la fórmula para la Gobernación de Córdoba la última vez que ésta estuvo en juego.
El armado cordobés del Movimiento al Socialismo respeta las banderas y consignas planteadas a nivel nacional y disputará la base electoral de la izquierda sólo con el FIT-U, pero con un FIT-U más diversificado, que lleva tres listas en su primaria.

Expectativas
El nuevo escenario presenta ventajas y desventajas. La ventaja es que, al ser una elección legislativa, la brecha del voto útil se reduce significativamente y el 0,7% de 2019 podría engordarse con el impulso simbólico de aquella candidatura singular.
Las desventajas son varias, en primer lugar, la situación de crisis de la izquierda, que está en peligro de quedarse sin representación parlamentaria y eso podría condicionar un voto ideológico anticolapso hacia la opción tradicional del FIT. Otra es que la figura de Manuela tracciona Buenos Aires pero no levanta otras candidaturas más débiles, como la de Federico Winokur en CABA.
También está el hecho ya remanido de que un amplio sector de la sociedad no reconoce distinciones reales entre las distintas opciones rojas del cuarto oscuro. El Nuevo MAS pretende perforar esa barrera con un programa rimbombante: salario mínimo de 100 mil pesos como bandera principal de campaña.
La otra complicación es que perdió la exclusividad en el espectro de la izquierda por fuera del FIT. Compite allí con los exiliados del PO, el sector encabezado por Jorge Altamira que logró armarse en muchos distritos para competir. También compite en CABA con la histórica candidatura de Luis Zamora con su Autodeterminación y Libertad.
Pero el principal de los obstáculos es el que comparte con el FIT; y es que la izquierda ha perdido buena parte de la representación del perfil “rebelde” entre las alternativas a manos de los libertarios, nuevos propietarios del discurso antisistema.
En todo ese escenario, el MAS tendrá que convencer al elector de varias cosas: que vale la pena salirse del “voto útil” en un contexto de polarización total; que vale la pena apostar, entre las alternativas rupturistas, a la izquierda cada vez más fragmentada y débil; que vale la pena salirse de la hegemonía del FIT para elegir opciones al margen y que, entre esas opciones, vale la pena quedarse con la boleta del Movimiento al Socialismo.
Son demasiadas cosas para decirle a un votante que cada vez quiere escuchar menos.