El Día de la Maestra Jardinera se celebra cada 28 de mayo en Argentina. Y, como se puso de moda la nostalgia, quise escribir sobre la única época de mi vida cuando no tenía preocupaciones.

Salita celeste, verde, amarilla, rosa y toda la gama de colores. Galletitas, leche o mate cocido en taza de plástico, compañeritos y compañeritas que vivían en su mundo.
El jardín es un recuerdo difuso, por momentos ruidoso, por momentos intenso, pero casi siempre atravesado por la ternura.
En medio de la estepa patagónica, por cuestiones del destino o de las decisiones que tomé, me crucé con maestras jardineras, algunas en actividad y otras jubiladas.
En Las Heras, una localidad de Santa Cruz, recorro las calles mientras cae agua nieve. En Córdoba no saldría, pero acá me dicen que la vida no se detiene por las bajas temperaturas, que esto es la normalidad.
Yo, venida del norte, escucho a quienes hace más de veinte años habitan esta tierra que supo ofrecer oportunidades laborales y futuros prósperos.
Leticia es un ejemplo de las profesionales que viajan miles de kilómetros para encontrar trabajo. Llegó a Las Heras en el año 1997, tenía 22 años, cumplió los 23 en un pueblo muy diferente al actual: había 7 mil habitantes, dos jardines de infantes, tres escuelas primarias y una secundaria…y varios cabarets.
En la Argentina de los ‘90, la crisis económica fomentaba la migración interna y externa -¿cualquier paralelismo con la actualidad es pura coincidencia?-. Ella viajó desde Córdoba, en aquel momento se demoraban las designaciones, el ajuste en educación se notaba en salitas.
Dejó su familia, su casa, sus amigos y amigas. La despidieron en la terminal de ómnibus. Su proyecto era estar solo unos años… pero el tiempo pasó, y su vida se forjó en la estepa, muchas veces olvidada, muchas veces vendida.
Mientras tomamos mates me cuenta que cuando bajó del colectivo, y entró a su primer jardín, tuvo miedo, era su primer trabajo, pero eso también la ponía feliz.
“No conocía a nadie, pero con el paso de tiempo una se va haciendo amigas de todas. En ese momento la gran mayoría era de afuera. Las NICs -nacidas y criadas- eran contadas con los dedos. Se armó una camaradería entre maestras jardineras, pasado el contacto inicial las del norte y las del sur éramos todas compañeras”, recuerda.
En esos pasillos, por suerte calefaccionados, estas formadoras de futuros se contaban sus historias, las tonadas de todo un país se encontraban en esta ciudad atravesada por el viento.
Marcela llegó a Las Heras en el año 1999, ya había 10 mil habitantes aproximadamente. Las instituciones educativas seguían siendo las mismas. Se conoció con Leticia cuando entró a su primer jardín. Desde entonces son grandes amigas. Ella también dejó su hogar en busca de un mejor porvenir.
“El jardín se volvió nuestro refugio. Muchas nos veníamos solas, por eso, comenzábamos a hacer cosas juntas, a vivir con otras, a trabajar fuera de horario, a hacernos compañía”, dijo.
En esta ciudad, coexisten en su mayoría trabajadores del petróleo, empleados estatales y profesionales autónomos. Algo atraviesa a todos esos grupos, las maestras que los formaron o que actualmente forman a las infancias patagónicas.
“Hoy muchas exalumnas son nuestras colegas. Y los hijos e hijas de mis alumnos de los ‘90 o los 2000, van a las mismas salitas”, comentó Marcela.
Ambas maestras coinciden en que su profesión es el primer eslabón del sistema educativo. Pero no ven esa responsabilidad como un peso. “Si te gusta, es trabajar rodeada de la ternura”, dice Leticia.
El jardín es un lugar de encuentro. Van las familias, hermanos, hermanas, padres e hijos comparten las mismas maestras. En las ciudades alejadas de las grandes urbes, ese vínculo social es más fuerte.
Esta conversación las lleva a ver fotografías de ese pasado, y ahí están, las maestras jardineras, las que recuerdan a las infancias, a sus padres, la que tratan de ser un refugio en este mundo muchas veces hostil.
Pero no todo es vocación ni alegría, fueron claras: “Con el paso de los años, una constante es el ajuste en la educación pública, sin importar el gobierno de turno”.
Hubo momentos en que Santa Cruz hacía la diferencia salarial en el sector educativo, hoy en día eso no se nota tanto. A pesar de ser una provincia rica por la explotación de hidrocarburos, los sueldos docentes no son los mejores del país.
A modo de ejemplo, un informe de Chequeado sobre la evolución salarial en 2024, menciona a otras jurisdicciones en mejores condiciones: Tierra del Fuego lideró con un aumento real del 57,1%, mientras que San Luis tuvo la mayor caída (-29%). Además, Santiago del Estero logró en diciembre del año pasado el mayor poder adquisitivo del salario docente de Argentina, a raíz de la aplicación de un bono navideño.
“Ningún gobierno tiene en cuenta la jornada extralaboral, esa que no se paga: planificamos las clases, realizamos todas las manualidades, contenemos a las familias”, enfatiza Marcela.
En esta línea, Leticia agrega: “Además de la vocación, es nuestro trabajo, debería ser bien remunerado, que te brinden todos los recursos”.
A las maestras jardineras las celebramos en su día. Porque a pesar del ajuste brutal en la educación pública, siguen siendo el hogar para las infancias que comienzan a conocer el mundo.