Distintos gobiernos han planteado principalmente, dos paradigmas desde donde se trata el consumo de sustancias: la sociedad «libre de drogas» y el paradigma de reducción de riesgos con las organizaciones barriales. Conceptos, temas y visiones de ambas formas de abordar la problemática.

El abuso de sustancias y el narcotráfico son problemáticas de carácter mundial, es abordada mediante distintas estrategias por los Estados.
Principalmente, se podrían dividir en dos formas de tratar el consumo de drogas: el paradigma positivista que tiende a buscar una sociedad libre de drogas, de corte punitivista y sanitarista; y una opción de origen multidisciplinario, denominada de «reducción de riesgos y daños».
El primer caso busca prevenir y, de ser posible, evitar el contacto entre las personas y las sustancias en cuestión. En el segundo caso, se busca comprender los contextos de vinculación entre los actores y la droga, poniendo a la persona en el centro de la problemática como sujeto de derecho, con un trabajo territorial y comunitario.
¿Por qué hablamos de este tema? Entre otras cosas, porque en el conurbano bonaerense ya se reportaron al menos 20 muertos y más de 70 internados por consumir cocaína adulterada.
«Sociedad libre de drogas»
Este paradigma es con el que se fundamenta la lucha contra el narcotráfico que se refleja en tantos programas de televisión y diarios nacionales.
En sus bases se puede destacar el marco legal, punitivista, que castiga al consumidor. El consumidor es conceptualizado como un ser antisocial que corrompe las normas, por lo tanto, es un delincuente.
Además, posee características sanitaristas: El consumidor es un «enfermo», la drogadicción es la enfermedad, y precisan de un tratamiento para curarse.
Este paradigma propone prevenir, y si es posible, evitar el contacto de las personas con las sustancias legales o ilegales.
Un documento de Cepal sobre prevención en consumo de drogas indica que: «la prevención está concebida como un conjunto de intervenciones (legales, administrativas, penales) cuyo fin es persuadir a quienes no usan drogas de abstenerse de hacerlo y a quienes sí lo hacen a dejarlas. Cualquier uso de drogas es considerado incompatible con una buena salud y calificado de alto riesgo sanitario, social y criminal».
Reducción de riesgos y daños
Este paradigma, más moderno, nace desde una perspectiva de derechos humanos, con énfasis en la persona como sujeto de derecho y una mirada en el contexto de vinculación de la persona con la sustancia.
Aquí, se descarta el hecho de evitar el contacto con las drogas (el alcohol y el tabaco son legales, por ejemplo). Lo que se tiene como objetivo es reducir los daños que puede causar el abuso de las drogas, desde una perspectiva interdisciplinaria.
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Se tiene en cuenta las dimensiones sociales, económicas, culturales y el entorno de la persona. En este caso, la prevención del consumo de las drogas no busca suprimirlo, sino habilitar a la personas para manejar su relación con las sustancias.
En este paradigma juega un rol muy importante el contexto, como mencionamos. No es la misma vinculación la que puede generar con la cocaína un adulto de clase alta, que un menor en condiciones de desnutrición.
La organización barrial
En Argentina, desde hace años las organizaciones populares intervienen en los barrios más precarizados, trabajando junto a los vecinos y vecinas, para dar una respuesta a las múltiples problemáticas del territorio emergentes a partir de la crisis económica, social y política, producto del modelo neoliberal aplicado en nuestro país en los años 90.
A raíz de esto, se volvió cada vez más urgente la demanda de diseñar programas de asistencia y acompañamiento de personas que atravesaban situaciones de consumo problemático. En efecto, luego de un intenso trabajo de mucha responsabilidad y compromiso colectivo entre los movimientos sociales y la SEDRONAR, se logró la apertura de más de 200 Casas de Atención y Acompañamiento Comunitario (CAACs) en todo el país.
En Córdoba existen algunos de estos dispositivos, entre ellos están los CAACs como Casa Pueblo, en barrio Yapeyú, y Somos Pueblo, en Ampliación 1° de Julio; y el DIAT de Villa El Libertador.
Foto: Almendra Fantilli. Foto: Almendra Fantilli.
Distinto a cualquier otro centro de «recuperación» para personas con adicciones, estos espacios parten de una premisa: el consumo no es solo un problema de sustancias, no es solo un problema de drogas sino fundamentalmente de personas, que se vinculan con las sustancias de acuerdo a sus trayectorias de vida y al contexto económico, cultural y social de la época.
Es por eso que lo central de sus intervenciones es que el acompañamiento- que nace de los barrios populares- es profundamente integral, territorial y comunitario, desarrollando así una perspectiva más amplia de los derechos humanos fundamentales de las personas.
Vale aclarar que, a pesar de ser espacios del Estado, estos centros no surgieron a partir de la voluntad de los gobiernos de turno, sino que devienen de la incansable lucha de los trabajadores de la economía popular y el trabajo territorial de organizaciones como el Movimiento Evita.