Lo hallaron muerto en su celda el 12 de abril, en el Complejo Penitenciario de Bouwer, en Córdoba. Fue creador del centro clandestino de detención La Perla.

El pasado 12 de abril, el genocida Hector Pedro Vergez murió en su celda en el Complejo Penitenciario de Bouwer en Córdoba, donde cumplía una condena a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura.
El juicio por sus crímenes comenzó en 2011, en un proceso llevado a cabo en el Tribunal Oral Federal Nº 5.
Se lo imputó por las desapariciones del empresario Julio Gallego Soto, del funcionario ministerial Juan Carlos Casariego de Bel y del militante del ERP Javier Coccoz. Además, había secuestrado a la pareja de Coccoz, Cristina Zamponi, y al hijo de ambos. Ellos sobrevivieron y Cristina pudo asistir al juicio.
El abogado de larga trayectoria en defensa de los DDHH y juicios de lesa humanidad, Claudio Orosz, recuerda así a Vergez, quien se atribuye la creación del ex CCD la Perla, en el medio Cba24n:
Héctor Pedro Vergez era quien cuando nosotros, en nuestra adolescencia, militábamos en distintas organizaciones y en nuestros centros de estudiantes, en nuestro caso, secundarios, era quien ya había instaurado la persecución desde el año 74 y recrudeció en el año 1975, él fue con Telleldín, quien organizó matanzas deteniendo compañeros, torturándolos salvajemente y matándolos y dejando sus cadáveres tirados en las zonas del Pan de Azúcar y distintas serranías de Córdoba.
Vergez, colega de Menéndez, en 1975 “organizó el Comando Libertadores de América con militares, policías y sindicalistas burocráticos y recrudeció la campaña de detención, tortura y desaparición de personas”, señaló Orosz.
Vergez inauguró los Centros Clandestinos de Detención de Campo de La Ribera y La Perla. El represor se jactaba de haber asesinado un militante por hora durante 48 horas y de participar en el asesinato de estudiantes bolivianos en Córdoba.
El abogado recordó que el genocida, torturador y ladrón Vergez “fue el que implementó concretamente el plan de desaparición en Córdoba y de esos primeros meses en La Perla, prácticamente no hay sobrevivientes».
El genocida Vergez murió en la cárcel, que es donde debía estar.
Orosz también señaló que Vergez jamás mostró arrepentimiento. En cambio, siempre tenía actitudes provocativas, y su caso «fue quizás lo más paradigmático, junto con Barreiro y Acosta, acá en Córdoba, de lo que fue el horror y como desapareció una generación de obreros que pertenecían a las comisiones internas, delegados y conducciones de sindicatos clasistas y antiburocráticos».
Por último, Orosz reflexionó sobre la importancia de condenar a represores que cometieron crímenes que, por su atrocidad, jamás deben ser olvidados ni perdonados: «Pudimos condenarlo en el juicio de la Perla a perpetua y murió en la cárcel que era el lugar donde debe estar este tipo de personas que realmente han producido delitos de lesa humanidad imposibles de perdonar, imprecriptibles e inindultables”.