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El día después del Cordobazo

Publicado por:Agustina Bortolon

A sus 23 años, Guillermo Galíndez no era un fotógrafo profesional, pero su pasión por la fotografía y su compromiso político lo impulsaron a capturar imágenes que, con el tiempo, se convertirían en testimonios visuales invaluables de aquel acontecimiento.

El 29 de mayo de 1969 la ciudad de Córdoba fue el epicentro de una de las rebeliones populares más significativas de la historia argentina. Un día después, mientras la mayoría de los ciudadanos intentaba comprender qué había sucedido, un joven inspector de tránsito municipal, Guillermo Galíndez, tomó su cámara y salió a documentar las huellas de la revuelta.

A sus 23 años, Galíndez no era un fotógrafo profesional, pero su pasión por la fotografía y su compromiso político lo impulsaron a capturar imágenes que, con el tiempo, se convertirían en testimonios visuales invaluables de aquel acontecimiento.

Gracias a su rol en la municipalidad, pudo atravesar los controles militares y retratar escenas que mostraban la magnitud del levantamiento: vehículos incendiados, barricadas improvisadas y la expresión atónita de los vecinos ante la transformación de su entorno.

En diálogo con No Estamos Solos, por Universo TV, Guillermo Galíndez expuso que, en aquella época, la actividad gremial y estudiantil en las calles era un aspecto cotidiano. «El Cordobazo no fue algo organizado, pero en ese momento la juventud de todo el mundo estaba en contra del imperialismo», aseguró.

Ante el temor de que rompan las vidrieras, ese frío 29 de mayo los comerciantes comenzaron a cerrar los negocios. El transporte se paralizó y el miedo de los vecinos se sentía en el aire. Nadie sabía qué iba a ocurrir.

Al día siguiente del Cordobazo, durante las primeras horas de la mañana, Galíndez decidió salir a documentar las calles con su cámara fotográfica. Barrio Alberdi estaba «tomado», no dejaban entrar ni al Ejército, ni a la Policía.

El legado de Guillermo Galíndez trasciende la técnica fotográfica: su mirada, intuitiva y comprometida políticamente, capturó no solo los rastros materiales de una revuelta, sino también la dignidad de un pueblo que se levantó contra la injusticia.

Sus imágenes, rescatadas del olvido y exhibidas más de tres décadas después, nos interpelan desde el presente y nos recuerdan que la memoria no es solo un ejercicio del pasado, sino una herramienta vital para comprender quiénes somos y hacia dónde vamos. En cada encuadre del “día después”, late todavía el pulso rebelde del Cordobazo.

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