Hace más de treinta años que científicos de todo el mundo llevan adelante un plan de acciones para remediar el daño en la capa de ozono. A este desafío, se sumó una de las divisiones de Conicet.
El 16 de septiembre 1987, se acordó el Protocolo de Montreal en Canada. En el mismo se trató una serie de medidas y acciones inmediatas para la recuperación de la capa de ozono.
Gracias a este acuerdo -negociado entre más de 40 países- se logró eliminar la gran mayoría de los productos químicos que contaminan el ozono. Por este motivo, hoy celebran «32 años de recuperación».
A mediados de los ochenta, se descubrió el famoso “agujero de ozono” sobre la Antártida. A partir de esta acción conjunta, los científicos se interesaron en medir cuánto efectivamente se había reducido el agujero de ozono, a fin de evaluar si la política ambiental estaba siendo efectiva y calcular cuánto tiempo llevaría su total recuperación.
Hoy se estima que la sanación total será en la década de 2030 para el hemisferio norte, en la del 2050 para el hemisferio sur y en 2060 para las regiones polares.
Desde Argentina, se suma la División de Investigaciones en Láseres y sus Aplicaciones, de Conicet, al desafío de tomar mediciones de la atmósfera y aportar al monitoreo de la capa de ozono.

Pero ¿qué es el agujero de ozono?
El ozono (O3) es una molécula triatómica no lineal, compuesta por tres átomos de oxígeno. Se encuentra desde la superficie terrestre hasta los 50 kilómetros, aproximadamente, y se distinguen dos tipos: el troposférico, que se encuentra en los primeros 10 kilómetros, y el estratosférico, que está desde los 10 a los 50 kilómetros. Este último es el que nos protege de toda la radiación ultravioleta que llega del sol. Sin este gas, la vida en nuestro planeta sería muy distinta.
El agujero de ozono “es una reducción masiva del contenido de ozono que hay en una región del planeta. Se da todas las primaveras desde finales de los 80”, explica el doctor Elian Wolfram, investigador responsable del Laboratorio Atmósfera de Conicet. Su reducción es consecuencia de una serie de factores, en especial, de los gases clorofluorocarbonos (CFC); moléculas que se usaban en muchos procesos industriales.
Los CFC permanecen en la atmósfera y no se rompen hasta llegar a las capas altas (la estratósfera) en donde se encuentra la mayor cantidad de ozono. Una vez que los gases dañinos llegan allí, se encuentran con la radiación ultravioleta que todavía no ha sido filtrada por el ozono.
“Es aquí donde se producen las reacciones catalíticas: las moléculas se rompen y se libera cloro y bromo que, al oxidarse con el oxígeno, consumen rápidamente el ozono. Una misma molécula de cloro puede destruir muchas moléculas de ozono”, detalla el físico.
El ozono es el protector solar natural de nuestro planeta porque filtra la radiación ultravioleta. Por este motivo, el investigador advierte que es muy importante no bajar la guardia en torno a la protección contra la radiación ultravioleta.
