La nueva pirámide de clases sociales según datos del INDEC revela una Argentina dual. La desigualdad en la distribución del ingreso se mantiene alta.

La Consultora W realizó un análisis sobre la base de datos del INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos) respecto a la situación económica de la sociedad argentina, entre ellos, cuánto es necesario ganar para no ser pobre.
La desigualdad en la distribución de ingresos se mantiene tan alta como en el primer trimestre del año 2022. Además, según datos oficiales (aunque discutibles), la pobreza bajó del 53% en el primer semestre de la gestión de Milei al 38% actualmente.
A raíz de estos datos, la Consultora elaboró una nueva pirámide de clases sociales según ingresos por hogar.
¿Cuánto tiene que ganar un hogar tipo para no ser pobre en Argentina?
La canasta básica familiar es de $1.057.923. Un hogar que perciba menos que ese monto está por debajo de la línea de pobreza. La nueva pirámide socioeconómica en el país considera por un lado ingresos mensuales netos por hogar y por otro, los ingresos promedios del hogar (total familiar mensual neto):
- Clase baja, son aquellos hogares con un ingreso mensual neto por debajo o hasta $1.060.000. El ingreso promedio del hogar se ubica en los $700.000. 35% de la población es pobre en Argentina, con ingresos ubicados en este segmento.
- Clase baja superior, hogares con ingreso mensual neto entre $1.060.000 y $1.850.000. El ingreso promedio del hogar es de $1.750.000.
- Clase media baja: entre $1.850.000 y $3.200.000. El ingreso promedio del hogar es de $2.100.000.
- Clase media alta: aquellos hogares entre $3.200.000 y $6.000.000, con un ingreso promedio de $4.500.000.
- Y por último, la clase alta: hogares de por lo menos $6.000.000 en adelante, con un ingreso promedio de $9.500.000
El coeficiente de Gini, que mide esta desigualdad, se situó en 0,43 puntos, más bajo respecto a los 0,47 puntos registrados en el primer trimestre del 2024. El desempleo ronda el 6,4%.
No obstante, las características del mercado laboral actual están signadas por la precarización: hay empleo, pero es mal remunerado, inestable y en malas condiciones laborales.
De ahí que la percepción generalizada de la población, según una investigación cuantitativa de la consultora Opinion Lab y La Nación, es la de que hoy, la calidad de vida es más precaria respecto a épocas pasadas.
Con ésta pirámide publicada por el INDEC te podés ubicar según tus ingresos.
— Fabian Puratich (@faapura) April 7, 2025
Seguramente muchos se sorprenderán porque son pobres, muchos más que los que dice el gobierno nacional.
Muchos viven del relato, siempre es preferible vivir de los datos. pic.twitter.com/WhDeBkZWOp
Según Guillermo Oliveto en su nota para La Nación, «para la clase media, estar bien se vincula de modo directo y lineal con la disponibilidad, con la capacidad de concretar sus deseos«.
Oliveto, especialista en tendencias sociales y de consumo, explica que lo que las clases medias relacionan con el bienestar es «la posibilidad de darse un gusto, de disfrutar, de conectarse con el placer, de tener “su momento” de recreación, de desconexión y, sobre todo, de premio al esfuerzo. Estar bien es poder bajar la guardia por un rato, relajarse y reír. Olvidarse de las permanentes amenazas de un ecosistema siempre volátil y endeble, para gozar de los frutos de su sacrificio».
En esa línea, Oliveto explica que en la mentalidad de las clases medias argentinas, «las muy buenas épocas se verbalizan como aquellas en las que se pudieron alcanzar los grandes proyectos: un viaje al exterior, cambiar el auto y el epítome del gran anhelo de la clase media, que es llegar a la casa propia. Ese logro se identifica como un hito definitivo«.
Actualmente, si bien la clase media alta logró adaptarse a las dificultades económicas, las clases medias y bajas enfrentan restricciones más severas en su consumo, y la clase baja a lo único que puede aspirar es a evitar caer en la indigencia y marginalidad total.
En especial para los argentinos jóvenes, la posibilidad de ser propietario con los propios ahorros, sin heredar, y participar de ese mundo de hitos de clase media del que habla Oliveto, es un anhelo cada vez más lejano.