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Monsanto en Argentina: ¿Cuándo nos acostumbramos a respirar veneno?

En nuestro país se aplica glifosato en más de 28 millones de hectáreas. No solo se usa en plantaciones de soja, maíz, trigo y algodón, sino también en cítricos, frutales de pepita, vid, yerba mate, girasol y pasturas. Dialogamos con el biólogo Raúl Montenegro acerca de los daños provocados por los agrotóxicos. Monsanto existe en […]

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En nuestro país se aplica glifosato en más de 28 millones de hectáreas. No solo se usa en plantaciones de soja, maíz, trigo y algodón, sino también en cítricos, frutales de pepita, vid, yerba mate, girasol y pasturas. Dialogamos con el biólogo Raúl Montenegro acerca de los daños provocados por los agrotóxicos.

Foto: El País

Monsanto existe en el mundo desde 1901. Fue fundada por el químico John Francis Queeny, quien provenía de la industria farmacéutica. Su historia es la historia de la sacarina y el aspartamo, del PBC, del "agente naranja" y de los transgénicos.

En sus comienzos, el producto protagonista de la empresa era la sacarina, que se distribuía para la industria alimentaria. En especial, este insumo se utilizaba para la fabricación de la Coca-Cola. Con el paso del tiempo, Monsanto se expandió a la química industrial.

En la década del 20 era uno de los mayores fabricantes de ácido sulfúrico. 15 años después absorbió la empresa que comercializaba policloruro de bifenilo (PCB), empleado en los transformadores de la industria eléctrica.

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En los 40 la empresa centró su producción en los plásticos y fibras sintéticas. A mediados de dicha década, comenzó a elaborar químicos agrícolas.

Llegados los 60, junto con otras empresas del sector (como Dow Chemical), fue contratada por el gobierno de Estados Unidos para producir el "agente naranja", un poderoso y tóxico herbicida utilizado en la Guerra de Vietnam.

Por aquellas épocas se fusionó con la empresa Searla, descubridora del edulcorante no calórico aspartamo. Monsanto también produjo la hormona sintética de crecimiento bovino "somatotropina bovina". Ya en los 80 y 90, la empresa se sumergió en la industria agroquímica y transgénica, hasta convertirse en líder indiscutible de las semillas modificadas genéticamente.

En la actualidad, muchos productos fabricados por Monsanto se prohibieron: se comprobó científicamente que los PCB, el agente naranja o el DDT causan graves daños en la salud humana y el ambiente. En Vietnam, el agente naranja produjo decenas de miles de muertos y mutilados.

En sitios como Canadá, la Unión Europea, Japón, Nueva Zelanda y Australia no está permitido el uso de la somatotropina bovina. En EEUU sí se acepta su utilización, al igual que el cultivo de transgénicos.

El gobierno del país norteamericano gastó y gasta cuantiosos recursos públicos para promocionar a Monsanto y a los transgénicos en muchísimos lugares del mundo; mediante sus embajadas, su Departamento de Agricultura y su agencia de desarrollo USAID.

En 2018, Bayer compró la empresa Monsanto por 66.000 millones de dólares.

Monsanto en Argentina

En nuestro país, Monsanto comenzó a operar en 1956 con la inauguración de la Planta de Zárate para la producción de plásticos. En ese entonces, la empresa se dedicó a la producción y comercialización de productos químicos. Fundamentalmente, plásticos derivados del estireno.

Durante los 80, la empresa empezó a formular y envasar agroquímicos en la misma planta, hasta llegar a la producción de herbicidas: sobre todo Roundup, cuyo principio activo es el glifosato.

El 25 de marzo de 1996, pleno gobierno de Carlos Saúl Menem, a través de una resolución interna (N° 167/96) impulsada por el entonces secretario de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación, Ing. Agr. Felipe Solá, se aprobó la liberación comercial de la soja RR en la Argentina, resistente al herbicida glifosato.

Los agricultores rápidamente adoptaron el "paquete tecnológico" recién arribado en nuestro país. Entre 1996 y 2001, la tasa de adopción tecnológica de las nuevas semillas transgénicas alcanzó el 100%.

Fue la primera vez en la historia que los agrónomos argentinos incluyeron tan rápidamente una nueva tecnología. Mediante la siembra directa y el control de malezas con glifosato, los agricultores podrían cerrar tres ciclos de cultivo en dos años, lo que permitiría mejorar sus ingresos de manera cuantiosa.

En este contexto, el precio del litro del herbicida bajó drásticamente: en pocos años pasó de costar menos de 30 dólares por litro a valer alrededor de 3 dólares; hecho que incentivó su utilización.

En el presente, en Argentina se aplica glifosato en más de 28 millones de hectáreas. No solo se usa en plantaciones de soja, maíz, trigo y algodón, sino también en cítricos, frutales de pepita, vid, yerba mate, girasol y pasturas.

¿En qué momento nos acostumbramos a respirar veneno?

Diversos estudios científicos llevados a cabo por investigadores argentinos determinaron que el glifosato, en contacto con el arsénico (químico presente de forma natural en amplias zonas fumigadas) tiene importantes riesgos para la salud y el ambiente.

Rafael Lajmanovich -profesor titular de la Cátedra de Ecotoxicología de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Litoral e investigador del CONICET- afirmó: "No tengo dudas de las consecuencias del glifosato. Es tóxico y causa efectos muy nocivos. Hay más de 1000 trabajos científicos que lo confirman".

El efecto del glifosato con el arsénico es sinérgico. Esto significa que ambos se potencian, conduciendo a resultados graves: aumento en la concentración de hormonas tiroideas, mayor proliferación celular y genotoxicidad.

A mayor daño genético, mayor probabilidad de contraer malformaciones y enfermedades como el cáncer.

En diálogo con El Resaltador, Raúl Montenegro -biólogo y ambientalista- manifestó que en Argentina no hay registro obligatorio de morbi-mortalidad humana por todas causas y por localización, y tampoco existe un monitoreo continuo obligatorio de muestras biológicas y de ambiente para determinación cuali-cuantitativa de contaminantes.

"Estas valiosas herramientas nunca estuvieron disponibles. Semejante vacío, que persiste hoy, ratificó a nuestro país como paraíso para la agricultura industrial de gran escala, y las corporaciones vinculadas a los OGM y la venta de plaguicidas", explicó.

A su vez, esto dificultó la "realización de estudios epidemiológicos amplios que pudieran vincular al glifosato y AMPA como causales de morbi-mortalidad humana y efectos deletéreos en el ambiente (incluida la biodiversidad)".

Un dato a resaltar: la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) ubicó el glifosato en la categoría 2A, como "probable cancerígeno humano".

Montenegro indicó que en la Argentina "no hay estudios masivos que vinculen la presencia de residuos de glifosato y AMPA en orina humana con daños asociados sufridos por los portadores. Pero el glifosato es un cancerígeno humano del grupo 2A. Además, una abundante y solvente bibliografía muestra una serie de efectos negativos sobre la salud humana, además del riesgo oncogénico marcado por el IARC en 2015".

"Como en Argentina rige el Principio de Precaución (Ley de Ambiente 25675, Artículo 4), existe evidencia científica de daños a la salud. Por esto, debió ser prohibida su venta y uso". No obstante, el lobby de la empresa Bayer-Monsanto (y de otras corporaciones que lo fabrican) desplegó costosas campañas para desprestigiar acusaciones de toxicidad y carcinogenia, sin resultados.

Raúl Montenegro evidenció que ese lobby -en muchos casos, apoyado por los mismos agricultores- "ha logrado que el uso del glifosato continúe siendo legal. Pero la prohibición total del agrotóxico es una cuestión de tiempo. Crecerán además los (ya numerosos) juicios contra la empresa".

El biólogo explicó que, lamentablemente, el glifosato y su derivado AMPA, como también otros plaguicidas, "dejan en el ambiente residuos que son químicamente activos por períodos de tiempo mucho mayores a los presentados por sus fabricantes".

Ligado a lo anterior, "los residuos de plaguicidas son transferidos desde las madres portadoras a sus embriones y fetos a través de la sangre, por vía placentaria, y a través de la lactancia materna".

No es sencillo establecer a cuántas generaciones alcanza el daño producido por agrotóxicos. Montenegro ratificó que "son muchas las sustancias que contaminan en forma residual y persisten en el ambiente; y también muchas las sustancias residuales que acumulan los organismos humanos".

Por esta razón, tanto la exposición a plaguicidas (efecto de la aplicación directa sobre escuelas o viviendas) o por deriva de aplicaciones aéreas y terrestres, "son una amenaza real e inaceptable para la salud humana".

El investigador sostiene que hay que aplicar el Principio de Precaución, y "revisar el actual status otorgado al glifosato por el SENASA. Es inconcebible que SENASA siga ignorando, por ejemplo, la clasificación del IARC y la suma de publicaciones que se van agregando, y que confirman los efectos negativos del glifosato y AMPA sobre la salud y la biodiversiodad".

¿Hay zonas libres de agrotóxicos en Argentina?

El biólogo Raúl Montenegro expresó que, dado el excesivo uso de plaguicidas en suelo argentino y la presencia de residuos no solo en el ambiente, sino también en los alimentos y las personas, "no hay lugar habitado de nuestro país que esté exento de exposición".

"El glifosato es uno de los residuos quizás más distribuidos en los organismos de las personas en Argentina, junto a residuos de plaguicidas clorados que ya no se permiten ni se usan, pero siguen estando presentes", afirmó.

Juicios

Por las características del sistema judicial argentino, en nuestro país no existen juicios civiles contra Bayer-Monsanto; es decir, causas donde se denuncia a la empresa y se pide a cambio un resarcimiento económico por daños en la salud y/o el ambiente.

Los únicos juicios que se llevaron adelante fueron penales contra fumigadores particulares.

Es probable que los antecedentes en Estados Unidos (teniendo en cuenta que en el país norteamericano hay más de 100 mil causas judiciales civiles contra Bayer-Monsanto), sienten un precedente en el mundo e incentiven a que se ejecuten procedimientos similares en distintos países, incluido el nuestro.

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