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Feminismo antiespecista para evidenciar privilegios

¿Qué implica la interseccionalidad en las luchas? La cultura machista y patriarcal ¿oprime sólo a la especie animal humana? ¿Qué pasa con las especies animales no humanas? Comer, ¿puede ser un acto patriarcal? Algunos cuestionamientos en torno a los privilegios de género y también de especie que es necesario visibilizar para lograr una sociedad y […]

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¿Qué implica la interseccionalidad en las luchas? La cultura machista y patriarcal ¿oprime sólo a la especie animal humana? ¿Qué pasa con las especies animales no humanas? Comer, ¿puede ser un acto patriarcal? Algunos cuestionamientos en torno a los privilegios de género y también de especie que es necesario visibilizar para lograr una sociedad y un mundo más igualitarios.

Por Magdalena Gavier

¿Qué es el antiespecismo?

Si bien el término no existe en el diccionario que rige formalmente el castellano, sí podemos encontrar la definición de especismo: “discriminación de los animales por considerarlos especies inferiores” y “creencia según la cual el ser humano es superior al resto de los animales, y por ello puede utilizarlos en beneficio propio”. 

Estas definiciones nos permiten definir, por oposición, el anti-especismo, sumando algunos lineamientos que permiten entender de manera más acabada su significado. El antiespecismo es una postura ética, política y revolucionaria que lucha por el respeto hacia todas las especies por igual, abogando por una convivencia armónica entre especies. A través del antiespecismo se busca crear conciencia y que se dé el mismo valor a los intereses de un individuo, sin importar a qué especie pertenece

Es importante entender que el antiespecismo no es sólo la postura de un grupo de personas que no consumen animales, sino que implica acción, lucha y liberación. Es una lucha unida y colectiva movilizada por la justicia que como humanidad históricamente debemos a las demás especies. 

¿Qué implica la interseccionalidad en las luchas feminista y antiespecista?

Para poder dar respuesta a esta pregunta primero es necesario entender qué es la interseccionalidad, otro término que resulta urgente pero tampoco existe en el diccionario que propone la RAE. Esta palabra, si bien existe hace un tiempo, fue introducida en la discusión feminista por Kimberlé Crenshaw, estadounidense, abogada y profesora universitaria. Ella llevó este término al debate del género y de la raza: la interseccionalidad apunta a que el sexo, el género, la etnia, la clase o la orientación sexual, así como otras “categorías”, están profundamente interrelacionadas.

Interseccionalidad

La noción de “interseccionalidad” se refiere a la manera en que se vinculan los procesos (complejos y variables) en cada contexto y cómo son a su vez el resultado de infinitas interacciones de factores sociales, económicos, políticos, culturales y simbólicos.

Ya aclarado este concepto podemos comprender por qué el feminismo es en esencia interseccional. -o debiera aspirar a serlo. El feminismo lucha por los derechos de todas las mujeres, pero entendiendo y haciendo consciente el hecho de que una mujer blanca, cis-heterosexual, con acceso a educación y alimento (por citar algunos aspectos), tiene más privilegios que otras (como por ejemplo una mujer quechua, lesbiana, sin acceso a agua potable y/o educación). 

Los privilegios en la sociedad son atributos que heredamos por alguna consecuencia histórica, genética, cultural, política o económica. Es importante ser conscientes de los privilegios que  se tienen y de los derechos que nos faltan, porque desde esa toma de consciencia es que se puede luchar por una sociedad -y un planeta- más igualitarios.

Y así como en el feminismo podemos identificar diversas situaciones donde el privilegio prima o no de acuerdo a la situación en la que estemos, podemos identificar que los privilegios además son una cuestión de especie.

Si sos mujer probablemente ya sepas que por el sólo hecho de ser mujer nos faltan muchos derechos. Ahora, imaginá ser de una especie no humana (cualquiera, la que se te ocurra).

Si sos cerda, tu realidad probablemente sea esta: 

Violaciones sistémicas (en forma de inseminación) para que seas madre una y otra vez, pero que no puedas dar la teta de manera natural sino separada de tus crías por unas rejitas que te mantienen inmovilizada hasta que quien es tu “cuidador/a” disponga. Y cuando no sirvas para gestar, tu destino siempre va a ser la muerte violenta para que algunas personas humanas te coman:

Si nacieras vaca, tu realidad tampoco sería muy distinta, aunque tu leche materna sería más… ¿preciada? Imaginá: nacés, te separan de tu mamá, te llevan a una jaulita lejísimos de ella donde entrás parada o acostada pero no te podés mover mucho, te dan cada algunas horas un poco de leche -de descarte y que ni siquiera sabés si es de tu mamá o de otra vaca que fue madre-.

Ni bien estás en tiempo de gestar, empieza la otra etapa de la tortura: te violan sistémicamente para que seas madre, luego separarte de tu cría, y así hasta que “no servís más” y te matan para que algunas personas humanas te coman.

Si sos gallina, te espera la misma vida: las gallinas (criadas de manera selectiva y repletas de hormonas para que produzcan el mayor número de huevos posible), suelen pasar hasta dos años en jaulas, hacinadas, privadas de vivir según sus instintos (por ejemplo, no pueden desplegar sus alas).

Antes de las 20 semanas de existencia, es decir antes de que comiencen a poner huevos, a las gallinas se les corta el pico con rayos infrarrojos (sin ningún tipo de anestesia) para evitar que se picoteen entre ellas. Por su lado, a los pollitos macho, si no son criados para ser asesinados a sus 6 semanas para consumo humano, se los tritura vivos a las pocas horas de nacer. 

En un entorno natural y lógico a su hábitat, la esperanza de vida de estas aves podría ser de 6 años.

Y así podríamos seguir con hembras de codorniz, de conejo, llamas, ovejas, cabras, y muchísimas otras hembras no humanas que son sistémicamente explotadas y torturadas para consumo humano. 

Luego de ver incontable contenido audiovisual, presenciar matanzas de animales no humanos y escuchar experiencias de otras personas surge la pregunta: ¿por qué? ¿Tanto vale darle un gustito a nuestro paladar caprichoso? Hay muchísimas alternativas igual o más saludables, sustentables y naturales para la especie humana… ¿por qué elegimos una y otra vez la tortura como forma de alimentarnos y de consumir?

En cierta forma la respuesta es clara: por costumbre, cultura y, sobre todo, disociación.

Si te interesa ampliar en los primeros dos aspectos, te invito a leer esta columna. Ahora me interesa ampliar en la disociación o, como lo llama Carol Adams (escritora estadounidense feminista y activista por los derechos de los animales), el “referente ausente”. 

Disociación 

Para explicar mejor este concepto, me voy a referir al texto de María Ruiz Carreras que analiza detalladamente lo propuesto por Carol Adams: “el referente ausente es un mecanismo por el cual se separa a la persona que come carne del sujeto-animal cuya parte se está comiendo. A su vez, separa a dicho sujeto-animal del producto final en el que se convierten las partes de su cuerpo” (página 2).

A partir de esta disociación física, geográfica y mental de la que somos parte sin saberlo, es que no resulta fácil ser conscientes de lo que llevamos a nuestra boca. “El resultado de este mecanismo es la eliminación o borrado de la violencia inherente del consumo de carne, protegiendo la conciencia de la persona que consume los músculos de otros animales, erradicando la subjetividad de los otros animales y haciendo que estos trozos de cuerpo se conviertan en objetos inertes que existen solo para ser consumidos” (página 2). 

La disociación permite que podamos consumir un pedazo de otro ser sintiente sin ningún remordimiento, sin pensar siquiera en que es otro ser con gestos, miradas, capaz de demostrar cariño y agradecimiento o temor y miedo. “La identidad del animal que es consumido es desplazada al objeto en el que es convertido. Así, mediante el referente ausente, la carne que comemos se separa totalmente del individuo que una vez fue, para comenzar a formar parte de la identidad del sujeto que consume a dicho animal. Una vez más, el subalterno queda mudo, su identidad desmenuzada en pedazos consumibles” (página 2).

Cuerpos devorados

Así como sucede con lo que consumimos en forma de comida o aparente alimento, el mecanismo de prácticas culturales de consumo inconsciente se repite con las mujeres. “Los cuerpos de las mujeres, con frecuencia aparecen representados como pedazos de carne, del mismo modo que a menudo, los cuerpos de los animales que se crían como alimento para humanos se muestran representados como mujeres. Estas representaciones unen el sexo, la violencia, la dominación masculina, y la apariencia de que ambos seres, mujeres y animales, desean ser devorados. Ambos tienen en común quién les devorará”. 

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Es así que volvemos a la pregunta que despertó estas palabras: ¿Qué implica la interseccionalidad en las luchas feminista y antiespecista? Significa reconocer la intersección en las formas de opresión hacia las mujeres humanas y hacia las hembras de todas las demás especies animales, especialmente quienes son obligadas a ser parte de la cadena de consumo humano. 

El feminismo antiespecista implica reconocer la manera en que se vinculan las opresiones sistémicas -avaladas culturalmente- de las que somos víctimas, pero también parte, y luchar desde ese lugar. 

El feminismo antiespecista es luchar por la liberación animal humana y no humana.

Si te interesa profundizar aún más en este tema, sugiero ver esta producción de hace dos años de El Resaltador donde Leticia Humoller, Bióloga y activista feminista antiespecista, explica más detalles.

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