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En el mes del orgullo, una reflexión sobre la importancia de la vestimenta como canal de expresión

De un tiempo a esta parte vemos durante todo el mes de junio, las redes sociales inundadas de contenido LGBTIQ. Muchas marcas, y me atrevería a decir que casi exclusivamente de ropa, aprovechan esta instancia para visibilizar conquistas y demandas del colectivo.  Por Sol Cortez El vestir ha sido siempre un campo en disputa para […]

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De un tiempo a esta parte vemos durante todo el mes de junio, las redes sociales inundadas de contenido LGBTIQ. Muchas marcas, y me atrevería a decir que casi exclusivamente de ropa, aprovechan esta instancia para visibilizar conquistas y demandas del colectivo. 

Marcha del Orgullo. Córdoba 2021. Foto archivo.

Por Sol Cortez

El vestir ha sido siempre un campo en disputa para normalizar y hegemonizar cuerpos, es este campo amplio de la expresión el que ha sido utilizado para nominarnos y encasillarnos.

La primera designación al género que recibe una persona, es el nombre y un pronombre que antecede el/ella. La segunda, la vestimenta. 

El acto de vestir al cuerpo es una convención social, sabemos que para salir a la calle e incluso para estar dentro de nuestras casas, debemos estar vestidos. Pero, ¿qué sucede cuando nos vestimos? En primera instancia cubrimos nuestro cuerpo o las partes que elegimos, luego lo dotamos de significado. Podemos decir entonces que si bien, lo hacemos por “necesidad”, también intentamos aportarle una impronta personal. 

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Ahora bien, en términos generales somos libres para hacerlo a nuestro gusto. Siempre que esto no transgreda ciertas normas, que no conocemos específicamente cómo surgieron, pero existen, llegamos a este mundo y las aprendimos. Sabemos que para ir a la escuela o trabajar hay ciertos uniformes que, si vamos a hacer deporte, existe cierta ropa adecuada para hacerlo, y así podría seguir enumerando distintas circunstancias y la ropa que corresponde a cada ocasión. En el mundo de la moda esto se conoce como dress code (código de vestimenta) y se utiliza básicamente para adoctrinar(no es esta la palabra pero similar) y discriminar a quién no lo cumpla.

Marcha del Orgullo. Córdoba 2021. Foto archivo.

El código de vestimenta surgió en el feudalismo, lo implementó la monarquía para diferenciar las posiciones sociales dentro de la misma y qué podía usarse en cada evento social de la época. Los siglos pasaron, el dress code se fue aggiornando. Pero lo que no se superó es la diferenciación binaria de la vestimenta. Y sí, aunque existan salvedades como las faldas para los varones escoceses, sabemos que las mujeres visten de cierta manera y los hombres de otra. 

Dentro de este espectro binario, la sociedad nos permite ciertas libertades. En su aspecto más lúdico a las infancias se les permite jugar con la vestimenta para ensayar ciertos roles futuros. Los niños: superhéroes; las niñas: princesas. Pero también es cierto que en estos primeros momentos es la vestimenta la que permite comenzar a descubrir la identidad. 

La identidad para la comunidad LGTBQ es el terreno más ansiado. Es decir, acá estoy, esta persona soy, estos son mis gustos, esto es lo que prefiero, es así como quiero amar, así es como voy a vivir. La vestimenta aquí permite explorar para luego definir, quizás es este el canal de la expresión que más se persigue y castiga cuando sale fuera de la norma. Entonces vestir se convierte en refugio y libertad. En muchas ocasiones el vestir por fuera de la norma, nos ubica en una lucha constante, en el reclamo de la visibilidad y en el cambio de mirada. Será el canal por el que se representa nuestro deseo y el orgullo de ser y amar. 

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